9. Cairnryan (UK) – Dumbarton (UK)

En la gasolinera de Girvan hacemos lo habitual (asearnos, repostar, lavar ropa y tenderla en la secadora del motor...)



Luego comemos tranquilamente en el área de servicio de la A77 en Symington y nos adentramos en la aglomeración de la ciudad más grande de Escocia, Glasgow.

Nos parece muy cómodo estacionar en una zona mixta industrial-residencial que encontramos en la entrada por el Sur. Exactamente en esta calle:





Anotamos en el mapa el lugar donde habíamos aparcado, pero cometemos un pequeño error...

Cámara en ristre y sillín entre las piernas, volamos por la ciudad, por sus puentes,



por sus calles peatonales,



centros comerciales, usamos el metro...

Pillamos al vuelo el coche de algún nuevo rico...



Y vimos lo que ya nos había llamado la atención en Irlanda: la gente manga los conos naranjas de las obras de carretera y los coloca en sus jardines (quizá una reivindicación orangista) o en sitios inverosímiles como éste:



Como indisciplinados españoles de pura cepa, nos saltamos los semáforos en rojo menos importantes (cuando no hay cruce antagonista, por ejemplo), pero en uno de ellos nos llevamos una buena bronca de un poli municipal.

Apesadumbrados, nos metemos a engullir aros de cebolla en el Burguer King de la estación desde donde salió el tren correo con destino a Londres, adonde nunca llegaron las 2 631 784 libras esterlinas que transportaba la noche del 6 de agosto de 1963. Lo que la Historia conoce como el Atraco al tren de Glasgow.



Fue precísamente en otro semáforo en rojo, pero ferroviario, simulado alimentando la bombilla original con una batería mientras se tapaba con un guante la luz verde, donde se tuvo que detener ese tren.

Cuando el ayudante del maquinista bajó a utilizar el teléfono de poste para averiguar la causa del parón y vió los cables cortados le empezó a oler la cosa a chamusquina y volvió a la locomotora donde ya los asaltantes lo dejaron fuera de escena.

Entonces el famoso Ronnie Biggs, el cabecilla de los ladrones, que se llevaron un chasco al no saber conducir el tren diésel que era diferente a los que habían conseguido dominar un poco familiarizándose meses antes con empleados de la compañía ferroviaria inglesa, lo que hizo fue golpear con una barra de hierro al maquinista para que recorriera media milla con el tren hasta el puente Bridego, que veis en la imagen, en la diminuta localidad de Ledburn, cerca de Mentmore.

Las coordenadas, para los amantes del dato, son:

51º53'58.12''N 0º40'36.52''W

Y el enlace directo para verlo en Google Maps, éste.



Por cierto, qué casualidad que en la foto del satélite justo estuviese pasando un tren...

Para no despertar sospechas en los demás viajeros y a la vez evitar que pudieran intervenir, lo avanzaron desenganchando sólo el furgón y la locomotora que quedaron desvinculados del resto del convoy. La gente es lista, ¿eh?

Allí vaciaron sin mucho esfuerzo, por gravedad, todas las sacas en camiones que esperaban bajo el puente, en la carretera. Se llevaron en un momento 3 484 797 €, o lo que en aquella época serían casi 580 millones de pesetas de hace 45 años. Hecha la comparativa de lo que valía entonces la vida, con ese dinero se podrían haber comprado en España unos 1 200 pisos de 100 m2 en el centro de una capital de provincia de precio medio.

Una pasta gansa. Y sin pegar un tiro.

Cuando ya nos cansamos y volvimos al coche para continuar viaje, algo empezó a no cuadrar. El lugar donde presuntamente ponía en el mapa que habíamos estacionado no coincidía. Estábamos en el barrio, pero no eran esas calles. Muy raro. Dimos vueltas y más vueltas, algunas muy largas. Y al final nos rendimos y tuvimos que preguntar a una patrulla de la policía que hacía esperas en la esquina de un parque rodeados de muchos mosquitos.

Fue gracioso porque, como no sabíamos a ciencia cierta el nombre del lugar, le enseñamos al agente la imagen de la cámara digital con la primera foto que habíamos hecho a una iglesia justo al lado del coche. Ésa fue nuestra salvación: una imagen. Enseguida nos dijeron por dónde y era en un sitio completamente distinto a los que anduvimos merodeando.

Aún hubo fuerzas para comer algo en el parque Kelvingrove, bajo el famoso museo, y alejarnos de la ciudad hasta una tranquila área de descanso en Dumbarton, al lado de una oficina de turismo de ésas que te dan la bienvenida a las ciudades.



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