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Al despertar nos encontramos rodeados de familias entregadas a sus pic–nics. Como la envidia todo lo corroe, hecha la compra en el Intermarché del siguiente pueblo grande (St Gaudens), que encontramos gracias a la amable colaboración de la operadora del peaje de la autopista, almorzamos en la furgo en un lateral de su aparcamiento con las cumbres como fondo.

De ver la tele, nada. La nuestra, como casi todas en España, está adherida al sistema PAL/NTSC, mientras que en Francia se difunde en SECAM.

Tras repostar con un buen descuento en la propia station essence del sitio, nos enfrentamos a un fenómeno paranormal al volver a la autopista: tras recorrer unos treinta kilómetros desde donde la operadora nos había indicado, nos la volvemos a encontrar en otra barrera.

–Mira, ¡es la misma tía de antes!

Para más confirmación, motu proprio, la misteriosa piba nos pregunta si nos habíamos apañado bien para encontrar el Intermarché. Invadidos por la aprensión, empezamos a temernos que, caída la noche, nos aparezca en el asiento de atrás como chica de la curva diciéndonos lo de aquí me maté yo para luego desaparecer... Glups...

Como ya hemos ido muchas veces a Toulouse y la hora del atasco monumental en la rocade (circunvalación) no acompaña, la A61, autopista de los Dos Mares, dirección Carcasonne, nos dice cómeme y entramos al trapo.

A nuestra derecha, cinco años después, continúan abandonados junto a un caudaloso Garona los restos del terrible siniestro ocurrido en la Fábrica de Fertilizantes Químicos AZF a las 10:18 horas del 21 de septiembre de 2001.

Poca gente en Europa le dio importancia a este suceso porque estaba muy reciente lo de sólo diez días antes en el World Trade Center de Nueva York. Pero el cráter de 30 metros de diámetro y diez de profundidad en el suelo del hangar 221 de la planta todavía hoy recuerda que allí murieron 30 personas y resultaron heridas nada menos que nueve mil. 228 millones de euros ha costado reconstruir todo el barrio que la onda expansiva arrasó literalmente.



La investigación concluyó que un empleado de una subcontrata, por error, confundió un saco de 500 kg de productos clorados (DCCNA) con granulados de nitratos y lo vertió sobre el stock de amonitratos un cuarto de hora antes. Entonces, la mezcla se transformó en tricloruro de nitrógeno, un gas inestable que explota a temperatura ambiente.

Nos horroriza pensar en los que murieron en plena hora punta en esta misma circunvalación, que pasa a escasos cien metros del epicentro de la tragedia aplastados en sus propios coches bajo los cascotes de la fábrica caídos del cielo...

Tras reposar de tanto kilómetro en el área del Canal de Midi,



una buena recreación de la vía de comunicación acuática más importante del sur de Francia (une indirectamente el Mediterráneo con el Atlántico),



la estampa de Exin Castillos hecho realidad de la doble muralla de Carcasonne corre a lo lejos. Pasamos Montpellier y una cena rápida nos repone en el área de descanso de St Aunès, ya en la A9. En otra, con los grifos más accesibles, rellenamos la furgo de agua. Y en la de Montelimar, célebre por sus turrones tipo Alicante, que tiene un bosquecillo bastante apartado de las calzadas, despachamos en el móvil la cuenta de correo y nos acostamos sin ninguna compañía.

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