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Los suecos son gente peculiar. Igual que es muchas veces difícil de entender su cine, es costoso acostumbrarse a conducir en sus carreteras, la mayoría de un carril por sentido, entre otras cosas porque tienen poco tráfico y no hace falta más.



Normalmente existe una plataforma ancha con dos arcenes cuyas marcas longitudinales son siempre discontinuas. Además se circula con la luz de cruce todo el día. Pero lo más curioso de todo es el modo de adelantar, que se estila también en otros lugares como Lituania o Portugal: el precepto del código que dice que hay que facilitar el ser adelantados se lo toman al pie de la letra.

Cuando un vehículo se te acerca con clara intención de hacer esa maniobra (se te pega al culo) hay que meterse casi completamente al arcén (por eso se separa con discontinuas) mientras eres adelantado. Sin importar, por supuesto, que esté sucediendo lo mismo en el sentido contrario. Y se junten cuatro coches a la vez, por poner un ejemplo. Lo vimos en directo varias veces.

En Portugal es lo mismo, pero a casi nadie le importa cómo sean las rayas del suelo. Glups.

Una vez aseados y comprados unos mapas, con este estilo de conducción nos acercamos al supermercado de Markaryd donde hicimos la compra grande de comida y bazar, en la carretera de Estocolmo. En el área de Lagan comimos; pasamos la tarde de viaje en esta larga etapa; cenamos en otra con Mc Donalds y, por fin, avistamos la capital. Que nos recorrimos a pedal de cabo a rabo parando en un montón de atracciones como el Ayuntamiento o el Palacio Real,



y acabando en el centro más futurista donde hicimos fotos malas como ésta:



No nos perdonamos no haber ido a ver el Konserthuset, donde cada diez de diciembre se entregan los Premios Nobel (excepto el de la Paz, que se concede en Oslo), sencillamente porque no lo sabíamos. Da un poco de rabia

De allí hasta muy cerca de la capital universitaria de Suecia, Uppsala. En el aparcamiento de uno de sus centros comerciales nos acostamos bajo las frondosas y bajas ramas de un árbol lleno de hormigas. Bueno, lo de las hormigas lo supimos al despertarnos cuando una embajada de ellas empezó a venir a saludarnos dentro del habitáculo… habian conseguido colarse por alguna rama que tocaba las bicicletas