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Por la mañana un TIR dejó aparcado su remolque sin mucho estrépito a nuestro lado. Y se marchó. Pasada una hora volvió a por él.

Bien comidos en otro área camino de Sttutgart por las A6/A81, la sede central de la Mercedes–Benz nos aguarda con los brazos abiertos, en sentido figurado, porque por la hora lo único bueno que pudimos hacer fue meternos a cenar en el Alte Kanzlei (Schillerplatz 5), atendidos por un chaval de Marrakech que se expresaba perfectamente en la lengua de Quevedo. Comida agradable, de fusión y bien condimentada. El resto de mesas, como nos ha pasado en casi todas partes, ya estaban tomándose las copas.

Bellísimo y bien cuidado el centro monumental de la ciudad, donde lo que más destaca de cuanto vimos son el Palacio Nuevo y la Ópera.





Y otro montón de cosas como esta tienda de animales con cuyo nombre nos reímos un rato:



O los coches de la Polizei, que son Mercedes Vito, ¡cómo no! :



O esta otra, una zapatería dedicada a tallas grandes. Lo del centro es un 52. Mi dedo meñique hace de jalón comparativo:



Del aparcamiento de dos metros Züblin nos subimos, sorteando como pudimos las obras del nuevo tranvía (las pillamos todas), hasta la extensa vista de la base de la torre de la televisión, con la fosa en la que está emplazada la ciudad a nuestros pies.

Por las A6/A5, dejando a un lado Baden–Baden, alcanzamos el área de servicio de Urloffen. Las lucecitas indirectas de su pequeño jardin nos arrullaron por última vez.

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