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Sabíamos por el día anterior que el tren que asciende hasta la cumbre de La Rhune (905 m) tiene dos salidas fijas: a las 10:00 y a las 15:00. Pero si hay público suficiente, sale todas las horas enteras.
Así es que, sin haber comido todavía y sin esperanza de que hubiese viaje a las dos, nos acercamos a menos cinco al aparcamiento para prepararnos para la hora siguiente.
Allí nos posamos al lado de la que luego resultaría ser la furgo de inamai,
pero, como habíamos visto que estaba el convoy preparado para salir y lleno de gente,
apenas nos dio tiempo de coger la cartera, los prismáticos y las llaves y salir corriendo. Luego miraríamos al bajar si era un forero o no.
La experiencia de escalar con un tren de éstos es muy bonita. Van muy despacio, inclinados a muchas milésimas, el viento te azota en según qué zonas. Y desde luego las vistas son impresionantes.
A mitad de camino, el tren que desciende se cruza con el que sube. El conductor del que asciende se apea y hace manualmente el cambio de agujas. Adicionalmente, el de nuestro trayecto echó también una meadita sin importarle tener ciento y pico espectadores.
Al bajar en el tren siguiente, sin saberlo entre tanta gente, viajaban también inamai con su chica y una cría pequeña. Incluso en la parte de abajo compramos casi juntos en la tienda de alimentación sin conocernos.
Luego al marcharnos, su furgo seguía allí sin mover; vimos entonces el caracol que identifica a los miembros del Foro4x4.com
y pensamos que se habrían quedado arriba hasta el tren siguiente y no les esperamos. Sólo les dejamos un saludo en una nota.
¡Qué pena! ¡Habíamos estado al lado, casi casi!
Para otra vez será.
Volvimos a pasar a España, esta vez ya definitivamente.
El satélite nos informó de que había mucha retención en la autopista de Hendaya, así es que lo más sencillo era ingresar otra vez por Bera, donde volvimos a repostar además de gasolina todo el depósito de agua. Cuando estaba casi lleno, se nos acerca un camionero un poco despistado:
–Este agua llevan los Mercedes para la refrigeración o así del motor, ¿no?
No sé si le aclaré del todo lo de que en ese cacharro se podía vivir muchos días sin volver a casa, pero quedó más convencido que antes.
El Alcampo de Irún nos los pateamos un rato y le dimos un poco de lustre al coche en el autolavado, más que nada por no llegar con mucho barro al aparcamiento de Arzak, en Donosti, donde nos dieron muy bien de cenar todo esto:
Siempre es una gozada volver a la mesa de Juan Mari por varias razones:
–Porque te hacen sentir como en casa. El trato es familiar a rabiar, humano, personalizado y encantador. Se acuerdan hasta de lo que tomaste la última vez. Les da igual que lleves corbata todos los días o que eches un euro en la hucha de vez en cuando para darte un día el homenaje vestido con camiseta.
–Porque se come maravillosamente bien. Lo mejor de la cocina vasca unido a lo mejor de la creatividad.
–Porque para lo impresionante que es, puede decirse que es barato. De hecho es el tres estrellas Michelín más barato del mundo. Por eso ya hemos repetido tres veces. Cuesta lo mismo que cenar ocho veces en un McDonalds. ¿Quién no lo cambia?
Unas risas con un amigo en Lasarte después de cenar y, a eso de las cinco, nos plantamos en el parque provincial de Garaio con la intención de comprobar si siguen las restricciones.
Pues para el que no lo sepa todavía: ni rastro del chaval que vigilaba por las noches, ni rastro de los hombrecillos rojos®, y ni rastro de los gitanos.
Estuvimos en absoluta soledad toda la madrugada y toda la mañana en el aparcamiento del final.
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