Las estadísticas:

Vehículo: Mercedes–Benz Viano Marco Polo 3.2, versión 2004
Km totales: 8899



Duración: 25 días (del 24 SEP al 19 OCT 2006)
Países en tránsito: 8
Monedas utilizadas: 4 (EUR, CHF, PLN, LTL)
Poblaciones visitadas: 74
Presupuesto íntegro todo incluído 2 personas 25 días: 4100 € (82 € persona/día combustible, comidas, compras y extras)

El estilo:

Quiero disculparme, antes de todo, primero por no saber resumir mejor lo vivido en estos días: muchos de los sucedidos os pueden resultar irrelevantes e incluso obscenos; y de otro lado, por la visión ofrecida de los lugares, las personas y las circunstancias, que necesariamente es subjetiva, opinable y en todo caso enfocada a nuestro modo, que seguramente no es el mejor, pero es el nuestro.

Si alguno consigue llegar hasta el final de tirón, que me escriba para incluirlo, agradecido, en mis últimas voluntades...

Hay que reconocer que la manera de viajar que solemos practicar no es muy estándar. No sólo porque moverse en camper como hacemos los foreros es ya una opción minoritaria y hasta mal vista, sino también porque nos resulta muy apetecible viajar de madrugada, sin tráfico (y sin calor en verano); dormir por la mañana, el mejor antirrobo; vivir las ciudades por la tarde, cuando más ebullen; y patearlas o entregarnos a sus solaces cuando destilan esencia, en la noche. ¿Alguien recuerda haberse sentado en una terraza de la Plaza de San Marcos de Venecia completamente en soledad? Nosotros sí: a las cuatro de la madrugada.

Ello tiene varios inconvenientes: el más serio es encontrarse muchos atractivos fuera de su horario de visita. Hay veces que ni puedes verlos por fuera. También el tener que tirar de fast–food porque los comederos decentes ya tienen cerrada la cocina.

Pero hace brillar diversas ventajas como que nadie te abrase con el claxon las mil veces que uno se equivoca de carril o dirección en tan desconocidos parajes. Y, ¿qué me decís de aparcar sin más trámite a la puerta de cualquier cosa del centro sin que te cueste un céntimo? O escoger el sitio en el aparcamiento de lo que vamos a visitar al día siguiente. Adiós a los atascos de mañana y tarde.

Si te dejas cosas por ver, ya hay excusa para volver en otra ocasión. Al fin y al cabo, la joya de cualquier pinacoteca seguirá en su sitio veinte años después. Sin embargo, nuestros veinte años (en cada pata) no volverán jamás. Es el momento de darle gustito al cuerpo. Después lo demás.

La aventura:

Viajar es más un concepto que un hecho. Es aventurarse a lo desconocido, aunque se repita lugar.

Para nosotros es coger las llaves, la cartera, y algún manual de superviviencia. Las guías, la comida, la ropa... ya están por defecto en la furgo. Podría resumirse en la ingenua pregunta de mi carnicera el día antes de empezar el periplo:

Oye, ¿y por qué carretera se va a Rusia?– decía metiendo un poco de jamón de Salamanca en cada envase al vacío.

Pues, mujer: por la de Valladolid...

Los prejuicios:

Los escenarios apocalípticos que nos dibujan los telediarios sobre según qué sitios tiran a la gente para atrás. Con lo a gusto que se está en casa...

Para mucha gente, Euskadi es un lugar en guerra al que es peligroso desplazarse. Conozco a varios que piensan así. Sin embargo el viaje demuestra que en el centro de Barcelona, Alicante o Sevilla se respetan menos tus propiedades que en Zagreb o Budapest. ¿No seremos nosotros los peligrosos?

El idioma:

Otro acojone que aborta muchísimos viajes es esa ensalada infame de acentos sobre impronunciables consonantes, oes partidas por la mitad y zetas con cuernos. Es más el ruido que las nueces. Con muy poco de inglés, los dedos de la mano y algún billete no se te sube a la chepa ninguna cajera de supermercado ni gasolinero. Ni aduanero, ni camarero. Para los casos más graves (¿quién se pone a estudiar húngaro o polaco?) bastan unos cuantos folios con la pronunciación figurada de unas cien expresiones frecuentes (saludar, pedir cosas, números, comidas, preguntar una dirección...) que puede uno bajarse en un momento de cualquier web sobre el tema.

El dichoso avión:

Hay sitios que no hay más remedio que alcanzar así. Para los demás, nada puede compararse con ir viendo cómo los lineales de los hiper se metamorfosean lentamente. Los yogures adquieren extrañas formas ovales y aumentan de peso neto. ¿Por qué los del LIDL pesan el doble que los Danone? Los precios del salmón ahumado se tiran en picado todo lo que se estiran los del aceite de oliva. Y los panes, ¡ay los panes! Eso es la quintaesencia de los pueblos. Quien no los va probando todos, no ha estado en ninguna parte...

Cómo va a ser lo mismo aterrizar en Helsinki que ir llegando poco a poco con una furgo... viendo el cambio de luz, de tez, de acento, de vida... Un vuelo es como trasplantar una maceta de la tundra a la selva. O al revés...

Los objetivos:

Nos proponemos llegar de alguna manera hasta Rusia. En la embajada nos han informado del sinfín de trámites que se necesitan para tan sólo entrar en el primer pueblo tras alguna frontera (pedir cita, ir personalmente a Madrid, hacerse las fotos, pagar más de 100 € cada uno, rellenar varios impresos, declarar la ruta, aportar reserva confirmada de hotel...). Así es que tenemos claro que regularmente no va a ser. Tampoco nos importaría intentarlo con Bielorrusia. Aunque, bien mirado, las policías en las dictaduras tiñen sus actos con menos poesía.

Lo que sí tenemos claro es que deseamos ver con cierto detalle algunos de los escenarios más importantes de la Segunda Guerra Mundial en Polonia y de la Guerra Fría entre las dos superpotencias. Y también nos haría ilusión empezar a visitar las tres repúblicas bálticas por la más desfavorecida: Lituania, la que está más al sur. Que sean ya comunitarias nos lo pone más fácil.

La última vez que estuvimos en Polonia, con el viejo Renault 21, fue una fugaz incursión a los pueblos de la frontera oeste, a la altura de Frankfurt del Oder. Vimos caminos de cabras, mucha pobreza y tuvimos un incidente de tráfico cuando, por hacer en Slubice un giro que seguramente no estaba permitido, nos retuvo unos minutos la policía.

Estamos seguros de que ésa no puede ser la imagen correcta del país. Hay mucho por descubrir...



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Bueno, pues el relato de este periplo comienza de una guisa muy convencional: despedirse de amigos y vecinos y, a falta de retoños, darle las últimas pasadas por el lomo a las mascotas.

Son dos gatitas de raza común europea. Es decir: sin raza. Una muy tontorrona, fiada y cariñosa. Parece un perro pequeño. Se llama Elena.



La otra, lista como ella sola, esquiva y solitaria. Como ya habréis deducido, responde por Cristina.



Quizá si adoptásemos otra más, también lista y trepadora, la llamaríamos Letizia, con zeta.

¿Os gustan los gatos? Ver más fotos de las nuestras

Bien cargada de gasolina de 98 en el surtidor del Leclerc, la más interesante de esta provincia, ponemos proa hacia Vizcaya.

En el maletero algunos mapas de carreteras de Polonia y de las principales ciudades porque el disco del navegador (el de 2005) no trae todavía los países del Este, excepto Chequia. Y no hay ganas de comprar por 400 € los de este año. También hay lo que nos ha mandado por correo la oficina de turismo polaca en Madrid.

De Lituania, nada. Ni planos, ni vocabulario, ni divisas. Quién sabe si llegaremos.

En la guantera un par de tarjetas MasterCard, una de débito (la de la caja de ahorros del barrio) y otra de crédito (la del RACC, que con las compras acumula noches gratis en Paradores). Y una VISA por si falla alguna de las otras. En efectivo, 600 € en euros, 300 € en zlotis polacos y 200 € en francos suizos, encargados la semana anterior.

A los que vivís alrededor, os interesa saber que la gasolinera del Leclerc de Miranda de Ebro es, en las últimas comparativas, una de las más baratas del país. Nosotros solemos abrevar allí si usamos la zona de la AP1. Además, en la cafetería del hiper dan un interesante menú.

Lástima que ese día fuese domingo porque los dispensadores automáticos de tarjetas funcionan mal y siempe nos rechazan las nuestras. Quizá porque no son con chip, las más extendidas en Francia. Así es que nos conformamos con la del área de servicio de Quintanapalla, cerca de Burgos.

Esta etapa de transición termina acoplando felizmente la furgo en el garaje subterráneo de la cuñada en el erandiotarra barrio de Astrabudúa.

A pesar de la mala fama que arrastra en general la figura de la cuñada, ésta es un encanto capaz de rellenar y hornear una merluza del Eroski y acabar la jornada en animada conversación.

Elige etapa:
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