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Las estadísticas:

Vehículo: Renault 21 TXE 2.0i, versión 1986
km totales: 10889
Duración: 27 días (del 19 JUN al 16 JUL 2001)
Países en tránsito: 10
Monedas utilizadas (¡Una locura!): 9 (ESP, FF, BF, NLG, DEM, LUF, DKK, SEK, NOK; en PL pagamos con tarjeta)
Poblaciones visitadas: 89
Presupuesto íntegro todo incluido 2 personas 27 días: 322000 pta (11926 pta persona/día combustible, comidas, compras y extras)

Como veis, esta historia es ya muy vieja. Desde 2001 para acá han cambiado muchas cosas. Empezando por que tuvimos que llevar nada menos que nueve divisas distintas en bolsitas separadas: parecíamos coleccionistas de El Rastro.

Lo bueno que tiene una historia antigua es lo mismo que tiene un mapa desfasado o un periódico atrasado: no están al día, pero te cuentan cómo era ese día. ¿Nunca habéis repasado un atlas de vuestra provincia de hace veinte años? ¿A que parece mentira que todo el tráfico pesado pasara por determinadas travesías estrechas? Pues pasaba.

De los tres grandes viajes con los que he tenido el atrevimiento de hipotecar vuestro tiempo, éste es el más largo en distancias. Y fue el más romántico y aventurero a la vez porque estuvo hecho con pocos recursos (ni llegaba a los dos mil euros por un mes de todo incluido dos personas) y, sobre todo, por cómo se hizo: en un simple turismo en la apariencia, pero con ducha, secadora de ropa, horno libre de impuestos, nevera, cama de 2,00 x 1,10 m, armarios, despensa, depósito de agua, caja fuerte, televisor en color, maletero y bicicletas en su seno.

Bueno, del pobre Renault 21 y cómo se camperizó ya hemos hablado en alguna otra ocasión.



Lo primero que hay que decir en relación con muchas de las imágenes que vais a ver es que en 2001, al menos para nuestro entorno, tener una cámara digital todavía era un poco cosa de profesionales y de enteradillos de la informática. Y tener un escáner no era ninguna ganga. Nos dedicábamos sobre todo a las diapositivas en color y, desgraciadamente para este viaje, a las copias vulgarotas en papel brillo. Además llevábamos una cámara compacta completamente corriente.

Por lo que he tenido que remasterizar las tomas con una considerable pérdida de calidad. De vuestra liberalidad de miras espero lo sepáis excusar. ¿Quién iba a pensar entonces en webs, blogs y foros?

Suerte que tuvimos la precaución de tomar notas detalladas de muchos sucedidos, porque hoy de aquellos cuadernos deslavazados podemos articular un relato con algo de sustancia, en el que, sin más preámbulos, me sumerjo:



1



Desde luego en un viaje a latitudes europeas subpolares, el desideratum siempre es acceder a Cabo Norte. Pero para tanto no nos llegaba. Ni el tiempo ni la pasta. De hecho, todavía no hemos ido a ese Fin del Mundo que encierra el mismo magnetismo desde antiguo. Nos conformaríamos con alcanzar todo el sur de Escandinavia avanzando por la fachada atlántica.

– Ya iremos en otra ocasión, que no se lo van a llevar de allí – nos dijimos mientras, pasada la medianoche del ya 19 de junio, le dábamos su ración extra de fertilizante natural (compostamos en casa los residuos orgánicos) a la huertita de la terraza. Luego un sistema de riego automático por goteo de fabricación casera y una vecina encantadora se encargarían de lo demás durante el mes de los calores.

Estibada toda la carga en los subcompartimentos del cofre portaequipajes,



tomamos la carretera N620, entonces sin desdoblar, hasta la pequeña localidad de Cortes, a las afueras de Burgos, cuyo frondoso pinar nos resguardó de la sofocante canícula mientras dormimos desde el alba hasta el mediodía.

A la hora en que la gente decente merienda, nosotros llegamos a un paraje con mesas de obra, en las traseras de un viejo bar de carretera, hoy casi olvidado por el trazado de la nueva A1, entre Altsasu y el puerto vasco-navarro de Etxegarate. Y nos pusimos a comer.

Luego, etapas largas ahora que tenemos las fuerzas intactas, que Noruega está muy lejos. Entrar y salir de Donostia, que siempre te alegra la vista y el gusto, y un breve pero completo refrigerio en el área de Cestas, un poco antes de Burdeos, fueron los pasos siguientes antes de pasar por la bellísima estación de peaje de La Rochelle que sólo hace de prefacio del bonito enclave que anuncia.



Justo nos presentamos a la hora en que apetece darse un paseo –fresquitos– por el entorno del Casino. Sin pagar aparcamiento, eligiendo sitio, contemplando el puerto multicolor… superando el carpe diem con algo mejor: el carpe noctem.

Un área de descanso poco antes de llegar a Nantes, la patria chica del gran novelista de aventuras imposibles, Julio Verne, nos pareció lo bastante apetecible para echarnos tranquilamente a dormir de nuevo al final de la primera etapa de la nuestra.