14. Venecia (I) – Skrad (HR)

En las gasolineras anteriores a Trieste, por la carretera estatal S14 vamos sucesivamente desayunando y pasándonos por agua como podemos y nos hacemos con mapas de Eslovenia y Croacia.

Los miradores orientados al Sur sobre el mar Adriático son muy bellos. La Guardia di Finanza, o sea, los polis de aduanas, andan parando furgonetas por los arcenes. Pero no caemos en ningún control. De una en otra casilla, acabamos paseando por los bonitos canales y el importante puerto de la ciudad, con abundante población eslovena y croata, a pesar de pertenecer actualmente a Italia.



En poco rato nos acercamos a la frontera de Eslovenia, el estado de la ex-Yugoslavia que cultural y morfológicamente más se parece al norte de Italia. Es un país alpino. Sus guardias fronterizos son amables, no preguntan nada más allá de si vamos de turismo y tal... Nos entendemos brevemente en italiano.

Preparamos nuestros tólares [sic] eslovenos (SIT) comprados en la caja de ahorros del barrio y empezamos a costear, a ir por la costa, empezando a descubrir lugares paradisiacos como esta playa de Izola donde comimos.

Su foto la reutilizamos años después para hacerle el tapiz de fondo de la invitación de boda a un cuñado. En plan cursi, como casi todos esos tarjetones...



Tras muy breves kilómetros aparece de nuevo otra frontera: la de Croacia. Los aduaneros algo menos simpáticos, pero correctos. No entendemos un pijo lo que nos dicen (no dimos serbocroata en la EGB), pero se ve que son las típicas preguntas de si llevamos algo raro y a qué venimos. Un poco de inglés estándar al dar el pasaporte y listo: Vía libre.

Ahora kunas croatas (HRK)... vamos preparándonos para el siguiente lío monetario... Mientras cae la tarde y luego la noche en el avance hacia el sur por la península de Istria, nos adentramos en pueblos pequeños, por ejemplo, en Vodnjan, cuyo campanario, sin nada de Photoshop, era exactamente así de polícromo:



Y luego más civilización romana: el hermoso anfiteatro de Pula (visto desde dentro) y sus callejuelas mediterráneas llenas de vida a pesar de la hora.



Retrocedimos un poco por la carretera E751 hacia el norte con el fin de tomar la vía rápida 3 que comunica mucho mejor con la capital que si se circula por las interminables curvas de las costas. Como es una infraestructura grande, en uno de los enlaces, junto a Pazin, extendimos el campamento para cenar.

Como habíamos instalado en la parte trasera inferior del cofre una luminaria orientable empotrada, aunque el sitio fuera oscuro, disponíamos siempre en el mantel que poníamos sobre la tapa del maletero de una mesa bien alumbrada en cualquier punto, como los bajos de un puente de esa vía rápida, al abrigo de la helada.



En la localidad ribereña de Rijeka debían de ser fiestas o algo así, porque no era normal que un viernes corrientito de invierno hubiera tanta marcha por las calles. Era impresionante.

Entramos por el lado de la estación de ferrocarril, recorrimos panorámicamente la ciudad





y salimos por el extremo contrario, donde nos esperaba una buena nevada al subir el puerto de Skrad. En un ensanchamiento que habían hecho las quitanieves (así era el lugar a la mañana siguiente)



dijimos adiós al día que terminaba.



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