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De buena mañana, y por lo mismo, con horribles retenciones en lo que equivale allí por ejemplo a la M30 madrileña (Boulevard Périphérique), y aunque no las pudimos ver directamente porque no teníamos ni categoría suficiente ni cita previa, nos acercamos a la Oficina Internacional de Pesos y Medidas, en el barrio de Sèvres. Allí se conservan las unidades del sistema métrico decimal materializadas en lingotes de platino e iridio. Tienen la barra de un metro, la pesa de un kilogramo etc, que sirven como referente patrón en todo el planeta.

La conservadora que nos atendió nos explicó, mientras nos obsequiaba con unos libros de la Oficina, que sólo dejan ver estas joyas en estrictas circunstancias a científicos o personalidades. Si a alguno le gusta el tema, el libro, en versión electrónica, lo tenéis pulsando aquí.

Como no somos nada de todo eso, nos marchamos, agradecidos, de París hacia el Sur.

En el Auchan de Villebone, rellenamos de gasofa y le damos un poco de vidilla a la lavadora. Luego nos ensuciamos por dentro ingiriendo esas ¿comidas? que empiezan por Mac.

Francia vista de paso, cuando vas o vuelves de sitios lejanos, siempre se nos ha hecho cuesta arriba. Es demasiado plana y extensa. Ya se ha dicho antes que lo que nos gusta es la arruga herciniana o alpina. Es más bonita. Por eso pasan sin pena ni gloria un montón de lugares como Châteauroux, adonde llegamos por las A10, A71 y A20; el área de descanso de Avionneurs, motivo de esparcimiento por un rato; o Limoges, la capital de las finas porcelanas artísticas.

En la Marco Polo hay de todo lo que se pueda necesitar en un periplo largo. Incluso una cortadora de pelo. Así es que le damos un repaso a nuestros occipitales y parietales para que luzcan bien aseados. Luego una cena aparcados frente al palacio del equivalente a nuestras diputaciones provinciales o forales, realmente bello,



y corriendo a conocer el lago Uzurat, camino del cual encontramos y ayudamos en la curva de entrada a la autopista a un tío borracho con el coche cruzado porque se acababa de estrellar contra el pretil bionda. Suerte que el TIR que venía detrás iba despacio y no se lo comió con patatas.

Cada día, a base de miles de kilómetros de experiencia, nos damos cuenta de que la principal causa de los accidentes es el no respetar las limitaciones de velocidad. Yo mismo hago memoria de los accidentes (ninguno grave) que he tenido con coches y bicicletas y en todos ha intervenido el ir más deprisa de lo que se debía.

Y este chico quedó malparado seguramente por no ir a los 30 km/h que marcaba el enlace. Aparte del cebollón que llevaba.

Tomado su batido de 98 octanos en la A20, la furgo nos acercó un poco más al Midi francés, concretamente a una vieja curva abandonada de la N140, en Cuzance, junto a la salida de Brive-la-Gaillarde. Allí pusimos los garbanzos a remojo.