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En este aparcamiento hay un cercano centro de formación de kayak, así es que mañana de domingo significó mucho movimiento de chavales y fibras de vidrio, de remolques–estantería e ir y venir de palas.
En la megazona comercial de Muret, donde están todos los hipers, el IKEA y los centros de ocio del sur de la ciudad, rellenamos de agua y cambiamos por tercera vez consecutiva la lámpara H7 de la luz de cruce izquierda. Es curioso: desde que salió de fábrica sólo se me ha fundido esta bombilla y tres veces. El resto son las originales.
Y sorprende más que dure tanto la otra porque suelo llevar el alumbrado de cruce también de día para ser mejor visto (carrocería oscura). Ya me enteraré.
Lo que milagrosamente sigue durando es la bombona original de gas. ¡Dos años sin cambiarla! Ya casi ni me lo creo.
En el área de descanso de Comminges comemos a la sombra de un trailer porque aquí el sol ya vuelve a picar. Sólo a última hora arribamos a Biarritz. Un poco de descanso al cuerpo y, con todo ya cerrado, tenemos que recurrir a la taberna, de estilo euskaldún, La Cantina (Maréchal Joffre 2) que es la única que queda abierta a estas horas. Como el otoño está de rabiosa actualidad, se impuso probar la tortilla de hongos: Riquísima.
Junto al faro está la hélice del carguero Frans Hals,
que cuando era remolcado desde Murmansk (RUS) hacia el puerto de Bilbao para su desguace, quedó a la deriva por la rotura de los cabrestantes de los que pendía en una tempestad y naufragó en la playa de Biarritz el 20 de noviembre de 1996.
Allí mismo, como en la segunda etapa, volvemos a contemplar desde el acantilado el intenso oleaje de la noche hasta dormirnos.
En ese crítico momento, la furgo lleva matriculada dos años justos. Se volatilizó la garantía.
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