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Si no lo vemos, no lo creemos: Apenas hubo amanecido, de estar rodeados completamente por medio metro de nieve pasamos a un aparcamiento completamente expedito. Las máquinas y los operarios se afanaron en media hora con toda profesionalidad y eficiencia, de forma que en algo más de otra media ya estábamos situados en el sótano -5 del parking de la ribera norte del río Salzach, que da nombre al bonito enclave donde nació Mozart.



La gente no tiene empacho en jugar con ajedreces gigantes o en pasear unas calles para nuestro gusto demasiado prostituidas con recuerdos turísticos del músico. Aunque entre visitas a la catedral y al castillo,



no vienen mal unos ricos lazos hojaldrados de sabores diversos que venden las señoras en improvisados puestos a la intemperie.

Junto a la casa natal del genio, encontramos por casualidad otra maravilla: la cadena de restaurantes rápidos Nordsee.



A ver si me explico: imaginaos una mezcla entre la celeridad de una hamburguesería yankee, la calidad de una pescadería del mercado central de nuestra ciudad y el sabor de unos pescaítos fritos con oliva virgen extra en El Puerto de Santa María. Pues eso es Nordsee. Rápido, sano y rico. Los encontraréis por toda Alemania, en las mejores calles peatonales. Y en Austria.

Tras aquellos Calamares con patatas riquísimos, teníamos las fuerzas suficientes para avanzar hasta Linz, supermoderno centro con todas las facilidades.



En sus calles, para evitar patinar con el hielo, el ayuntamiento no echa sal, sino piedrecitas muy finas, entre gravilla y mármol molturado como el que se emplea para proyectar sobre los morteros monocapa (Cotegrán, Weber, Cemarksa...). Es muy curioso. Lo guardan en arcones de plástico por las equinas y, en el momento oportuno, lo palean por los sitios más peligrosos (rampas de minusválidos, pasos de cebra...).

El aparcamiento del Neues Rathaus nos sirvió muy bien para recorrer el centro, de rabioso capitalismo de escaparates junto a edificios públicos y religiosos que ya empiezan a anunciar la arquitectura de la Europa del Este.

Viena está todavía muy lejos. Así es que, nos cenamos lo que hay por la furgo en la autopista, y, tras repostar allí mismo, a orillas del Danubio, con unas bonitas vistas de la Abadía de Melk,



nos dormimos en soledad en la explanada congelada del comienzo de un sendero de ribera, evocando las voces de la famosa Escolanía del monasterio. Lo más parecido a la de El Escorial, pero con mucho más renombre si cabe. ¿Os acordáis del novicio de El nombre de la rosa, el fiel escudero de Sean Connery? Su nombre completo en la ficción era Adso de Melk. Llegó a ser monje de esta abadía y, ya en la vejez, cuenta el relato novelado en técnica flash-back por la pluma inimitable de Umberco Eco.