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El nombre lo dice todo: Afsluitdijk, en holandés, significa dique que cierra. O lo que es lo mismo, una muralla artificial de 32 km de longitud que evita que el agua del Mar de Wadden, un entrante del Mar del Norte, inunde el lago IJsselmeer, con lo que puede procederse poco a poco a su desecación, como ha sucedido históricamente en otros polder de los Países Bajos.

Nos impresionó un montón recorrer esta maravilla de la ingeniería marítima. Uno puede detenerse en varios puntos con áreas de descanso para ver las esclusas y las diferencias de nivel entre ambos mares (el de Wadden siempre superior, sobre todo con mareas vivas cuando se suma la atracción de la Luna).

En una de esas áreas paramos a comer ya entrada la tarde. Y el postre, sentados en terraza –y la compra del día–, fueron en la universitaria Gröningen,



donde no encontramos la lavandería que buscamos por más vueltas que dimos con las de dos ruedas.

Entre Bremen y Hamburgo,



ya en Alemania, fuimos surtiéndonos de mapas zonales y calmamos los institntos de supervivencia más de cuchara. Y por fin en una comisaría de la segunda nos indicaron una lavandería automática. Tras conocerla, nos acostamos rendidos de una etapa tan larga en el Stadtpark.