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El Mc Donald's de la circunvalación de Gyór nos sirve para malcomer rodeados de un montón de chavales que ya se preparaban para salir de marcha la noche del sábado.

Después de dar muchas vueltas por la parte nueva de Budapest, es decir, por Pest



(la parte más antigua y elevada es Buda),



encontramos completamente de casualidad en un callejón llamado Szep Utca, en pleno centro, un aparcamiento subterráneo de pocas plazas (unas veinte), pero muy moderno y atendido por un tío supermajo con el que no sólo nos entendimos bien en inglés sino que, viendo las proporciones de la furgo, aun siendo pequeño el lugar, nos la hizo meter ocupando dos plazas y entre dos columnas para que nadie nos molestara. Impresionante la amabilidad.

En la ciudad de los balnearios, todo es muy bello a la caída de la noche, una verdadera capital imperial, como Viena o Praga.



E invita a disfrutar de todos los placeres. El primero que se nos vino a la boca fue sentarnos a la mesa del restaurante Cyrano, justamente recomendado por algunas guías por lo innovador de la cocina y lo moderadísimo de sus facturas. Tan moderadas son que ni siquiera te las traen cuando las pagas: las arrugan y las tiran. Y además no te devuelven el cambio si abonas en efectivo. Habéis oído bien. No sé si será una jugadita a los turistas incautos o es que hay costumbre. En todo caso, se come bien y barato, en lo mejor de las calles comerciales de Pest. Desde luego, el mundo nunca te deja de sorprender, vayas donde vayas... Primero unas panorámicas del nuevo ensanche con ese Parlamento, digamos neogótico;



y luego, aparcada la furgo en una pacífica calle residencial y empinada de Buda, un larguísimo paseo por el Bastión de los Pescadores y las calles de la ciudad alta, acabaron con la ya escasa temperatura de nuestros pies. El Gore-Tex tiene un límite. Y dimos el capítulo por terminado acostándonos en el parking de un motel muy tranquilo, junto al parque comercial de la autopista M1, de regreso hacia el Oeste, a la afueras de la capital.