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Antes de entrar en la propia ciudad, hechas las labores del hogar, repusimos el agua gastada en la gasolinera y nos dirigimos directamente al aparcamiento descubierto de la catedral.



La relativa cercanía al mar del Norte y la falta de obstáculos orográficos beneficia el clima de Renania. De hecho nos sentamos a comer en la terraza del Mc Donald’s sin ningún problema. Legiones de estudiantes, toneladas de bicicletas, muchas de ellas sin atar en ningún sitio, ni siquiera a sí mismas, casitas encantadoras…



Y una bombonería de escándalo en el 24 de Salzstraße. Se llama Grotemeyer.

Mañana tenemos programada una visita a la fábrica de las Viano Marco Polo, las Sprinter James Cook y las Ford Nugget en Westfalia Van Conversion, que es como se llaman oficialmente los chicos que nos hacen las furgos más habitables.

Así es que, rápidamente nos vamos a reconocer el terreno hacia Rheda-Wiedenbrück por la carretera 64. Repostamos, vemos el entorno de la inmensa factoría para no dar palos de ciego por la mañana y nos vamos a cenar al comedor del hotel Reuter donde por encima de la Brocheta de conejo o la Tarta de mango destacó la amabilidad de las chicas que nos atendieron.

Cuando ya nos alejábamos despacito con el coche después de salir, la voz a gritos de una de ellas que decía:

–Ihre jacket! Ihre jacket!

nos hizo comprender que nos habíamos dejado una chupa en el respaldo de la silla.

En un rincón tranquilo del aparcamiento de camiones para proveedores de piezas, protegidos del ruido de la autopista por sus propias pantallas rugosas, dormimos hasta primera hora de la mañana con la emoción de ver al detalle dentro de un rato cómo se habrían fabricado cada pieza sobre las que ahora reposábamos.