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En que le dimos un repaso, por esa deformación familiar que se ha dicho antes, a la vieja estación internacional –tan abandonada como cargada de historia– de Canfranc, ya en la provincia de Huesca.



A través de este túnel (paseando hace veinte años por su interior vi un Renault 4 del Instituto Tecnológico Geominero provisto de ruedas metálicas de pestaña para circular por la vía, aparcado dentro…),



la línea ferroviaria unía Zaragoza con Toulouse por un interesante corredor pirenaico intermedio a Irún y Port-Bou que los políticos no han sabido aprovechar.

Es más, en cuanto pudieron, han abandonado a su suerte este fantástico paso ferroviario. La excusa se la pusieron a tiro de una, como en el parchís: el 27 de marzo de 1970, un pequeño tren de mercancías descarriló en el viaducto de L’Estanguet y provocó su rotura, cerca de Lescun, en el lado francés. Y desde esa jornada no ha vuelto a circular ningún tren comercial entre ambos países.

Ahora, apenas dos veces al día, aparece un regional de RENFE Operadora procedente de Jaca y Huesca. En sus desiertas y bellísimas dependencias nadie factura equipajes, nadie rescata del olvido la bóveda del vestíbulo… nadie hace nada…



Hace algún tiempo dediqué un soneto, a propósito de la exposición fotográfica de un gran amigo y compañero, a otra línea tristemente abandonada, la de Fuente de San Esteban-Boadilla (Salamanca) a Barca d’Alva (Portugal), que unía Hendaya con Oporto. Sólo un trazado en Suiza supera a éste en densidad de obras metálicas y de fábrica (veinte túneles y trece viaductos



en sólo dieciséis kilómetros y medio
que salvan un desnivel de trescientos metros entre la submeseta norte y el valle del Duero con pendientes de hasta 21 milésimas, cerca del límite de los trenes de cremallera), y sin embargo lo han dejado perder…


Zarza que ahogas balasto embreado,
que corres, trepas y minas los muros,
cales y vientos del túnel oscuros,
decid si se ha muerto el hierro clavado

a este roble tendido y ajado
que supo volar por viejos conjuros
hoces, valles y riscos inseguros.
Decidme si el fantasma ha triunfado,

si ya nunca los ecos de un silbido,
de un adiós, de una flor y una emoción…
Si ya nunca pasará este olvido

y ya nunca el vapor con su canción
dejará al viajero, anochecido,
en el frío andén de esta estación.


Perdonad que lo subraye, pero es que duele mucho que el abandono suma a tantas comarcas en el olvido del desarrollo… a los mismos ciudadanos que pagan iguales impuestos y emiten iguales votos que otros más favorecidos por las decisiones de los despachos.

De allí, una rápida visita por Jaca, adonde hacía años que no volvíamos. Además de unas compras de supermercado y una panóramica de la ciudadela y del monasterio de San Juan de la Peña con las bicis,



en cuyos merenderos almorzamos, el día nos dio de sí para comernos unos cafés con helados antes de alcanzar Zaragoza y ya muy tarde la Casa de Campo de Madrid donde dormimos.

Al detenernos un instante en la señal de STOP del Lago cuando localizábamos el mejor sitio para descansar, una chica africana de las que ganan el pan con el sudor de más abajo de su frente, sin sospechar que yo estaba en la parte de atrás del coche preparando la cama, abrió una puerta trasera para empezar otro ratito de trabajo: ¡Qué grito pegó mientras decía con acento italiano

–Excusa!