28



Despedí a mi media naranja en el tren de cercanías (se iba a hacer unas compras a Barcelona) y, puntual a la cita, me presenté a las ocho en el concesionario de Mercedes.

Como ya estaban avisados (les llamamos desde Salzburgo para encargar el cristal retrovisor izquierdo que se nos había gelifractado), pues todo empezó según programa.

Para cuando os pase esta desgracia tan habitual que ya se ha comentado entre otros en este hilo, podéis vosotros mismos cambiarlo como se explica.

Luego la cosa se complicó un poco. Como en cadena. Fijáos qué pasó:

Hace unos meses ocurrió que una de las luces de matrícula del portón se inundaba de agua. Así es que me la sustituyeron y me aplicaron una medida se servicio creada por Mercedes para estos casos: hacer dos taladros inferiores a la moldura cromada que aloja estas lámparas para que al lavar el coche tenga buen drenaje y no vuelva a reproducirse el problema.

Así lo hicieron, pero, como me tocó de chapista (o planchista, como se dice por allí) el tonto de la promoción, pues al desmontar la moldura por dentro del portón me partió un embellecedor y me rasgó la lámina anticondensación. Como les obligué a reparar el daño (porque ellos ya me lo dejaban así…) y no había repuesto, pues este día que estoy relatando era el elegido para desfacer aquel entuerto.

¡Qué bonito hubiera sido que la cadena de desastres acabara ahí! Pero no. La vida es más complicada…

Cuando ya me las prometía felices con todo renovado, ¡zas!, el experto empleado de la Marca se carga el cortinero del portón por apretar de donde no debía al encajar las grapas…

El tío decía que no importaba…. Y como de nuevo no volvía a haber recambio… y el problema amenazaba con llegar al día del Juicio Final por la tarde… me puse serio y les hice desmontar la misma pieza a una Marco Polo de la exposición y ponérselo a la mía. Luego ellos ya se las arreglarían… ¿Creéis que el que tiene ahora esa furgoneta nueva, lleva la pieza renovada o la mía rota?

No quiero ni pensar en las cosas que nos hacen, que no vemos, y que llevamos por ahí dentro descojonadas sin saberlo. ¡Qué grandes profesionales del taller hay en España!

Llegué con atascos a Barcelona justo a tiempo para reunirnos de nuevo a comer en un menú del día de la calle Casanova y divertirnos por la ciudad.

Cuando la enorme tromba de agua que cayó por la tarde nos lo permitió, avanzamos hasta el área de descanso de Villafranca del Penedès, tras el peaje de la AP7, donde cenamos.

Luego, ya en la AP2, en el área de L’Alt Camp, en el término de La Bisbal del Penedès, bajo los techitos metálicos y estrenando el set isotérmico de cinco piezas para los cristales delanteros recién adquirido en Vic, nos retiramos de un día tan duro.