22. Martorell (E) – Madrid (E)

Esto se va acabando, chicos.

Cuando ya estamos como dos pinceles, aseados y desayunados en el área de Martorell, pasan los hombrecillos verdes con cara de scanner en su bonito Patrol y no nos ven lo suficientemente guapos como para fiarse. Trago saliva: ahora nos encuentran los sprays... glups.

Se llevan los deneíes a la radio, repasan la filiación dictándole al compañero de informática los datos... y todo bien.

Ahí tienen– nos dicen devolviéndonos las papelas.

Esas comprobaciones que hacen Vds por radio... –les digo un poco por curiosidad felina, un poco por aprender ya que estamos, un poco por rellenar esos silencios tensos con interlocutores tan poco románticos– ¿son para comprobar si la gente tiene alguna anotación en el Registro de Penados y Rebeldes, verdad?

– ¿Es que tiene Vd alguna cosa pendiente con la Justicia?

Pues no: Es por curiosidad– miento, pensando en mis sprays ilegales.

Pues ahora me hace Vd dudar, hombre– se enfurruña un poco medio en broma– Deme, deme otra vez el DNI...

Y se fue otro ratito al coche a dictar todo de nuevo. Esta vez dando más detalles. Para qué abriría yo la boca...

–Todo correcto: código violeta– se oye al de la central.

Cuando nos devuelven todo definitivamente, como dice el refrán, de perdidos, al río... le pregunto que si la clasificación de la peligrosidad va por colores del arco iris, algo así como

Rojo: terrorista muy peligroso

Anaranjado: terrorista normalito, asesino en serie

Amarillo: asesino del montón

Verde: Butroneros y bandas del Este

Azul: Ladrones de bancos de pueblo

Añil: Carteristas y citados por el juzgado que no estaban en casa

Violeta: Ciudadano presuntamente inocente



y el tío pone cara de saberlo pero no quererlo decir. Eso es dar muchos datos.

– No, nada. Códigos internos. Pueden continuar.

Y hasta ahora seguimos con la duda. ¿Algún forero sabe qué quiere decir eso de código violeta? Yo empezaría a dormir más tranquilo si lo supiera.

En Cambrils, esa playa reconvertida en familiar desde los años sesenta,



nos damos un buen homenaje comiendo en Can Bosch. Viendo la flor que adornaba nuestra mesa



todavía nos relamemos recordando las huevas de bacalao, el huevo poché con trufa, la coca con vieira y calamares o el soufflé de avellana y el menjar blanc... uf, qué rico lo hacen todo.

De tirón, por Zaragoza, alcanzamos Madrid por la A2 y junto al árbol de la Casa de Campo, en el sector de la Puerta del Rey donde muchas otras veces hemos dormido, bajo la corteza que tiene trazados nuestros nombres... allí nos dormimos casi al amanecer.



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