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Yendo hacia el Gran Ducado, está Trier, o Treveris como también se la conoce. Célebre sobre todo por la magnífica puerta de su muralla romana: la Porta Nigra,



que nos recorrimos junto a su pujante comercio con las bicicletas, antes de volver a la carretera a comer en un simpático bufé.

Ya en la capital vimos por primera vez en un escaparate un dispensador de monedas para tiendas con el formato de los futuros euros. Nada de extrañar en un sitio volcado con todo lo que huela a dinero. Bueno, de hecho, paseando por el elegante barrio de las embajadas, vimos un despacho de abogados o algo así cuya placa dorada decía: fulanito de tal, Administrador de Fortunas. Acojonante la pasta que debe de moverse por aquí…

Hicimos un poco el indio, como veis, metiéndonos en los jardines públicos como adolescentes de excursión con el instituto



y vimos una exposición al aire libre de vacas doradas



Luego, en un apartado rincón de la ciudad encontramos gracias a la Guía Roja un restaurante llamado La Cascade, hoy ya desaparecido, en el que estuvieron muy ricos tanto el pato como un risotto de setas.

Compramos algunos accesorios curiosos para el coche en la última gasolinera, para gastar los francos belgas (de curso legal también en Luxemburgo), y pasamos de nuevo a la Alsacia-Lorena francesa para dormir en una estupenda zona sombreada de la autopista a la altura de Metz.