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Nos urgía no despertarnos muy tarde para aclarar lo de la gasolinera, pero no nos dio otra opción una manifestación de algo así como padres e hijos en pro de no sé qué (alguna reivindicación escolar, parecía) que empezó a proliferar a nuestro alrededor cerca de media mañana.
En la BP fueron un encanto. Nos abonaron los 20 CHF a la cuenta del repostaje que les hicimos y además nos regalaron chocolate suizo por las molestias. Vimos también que tenían en una lista otras dos reclamaciones más de otros tantos conejillos que cayeron en la trampa durante lo que quedó de noche.
Tanto disgusto requería una compensación, así es que, ya pasados al primer pueblo francés, St Julien, las chicas de la pastelería de la carretera, que chapurreaban castellano, nos vendieron muchas cosas ricas: quiche, tarta de manzana, brownie...
En el aparcamiento del peaje de Viry, mientras vaciábamos el WC, una conductora, consciente de que es bueno hacer estiramientos y distenderse en las paradas se puso a hacer un montón de tonterías en plan tai–chi, como llamando la atención. No era normal. La muchacha estaba un poco pallá. Y lo grave es que el novio le seguía la corriente...
Por las A40/A42 llegamos a Miribel donde entramos para evitar el consuetudinario atasco de los accesos a Lyon. Nos sirvó para lavar la furgo en el Leclerc, hacer la compra en un pequeño Champion, más tranquilo que el hiper y visitar el mirador del Corazón de María, que domina todo el valle desde lo alto.
Teníamos previsto pasar unas horas para ver lo nuevo en la ciudad desde la última visita, pero en el aparcamiento que solemos emplear, prácticamente el único céntrico con dos metros, no hubo suerte. Consta de un sótano limitado a 1.80 y una terraza a nivel de calle de 2.40. Muchos conductores por comodidad dejan los turismos bajos en la terraza, llenándola, en vez de ponerlos en el sótano. Con ello, cuando pasa una furgo y da toda la vuelta a la terraza tiene o que esperar a que surja un hueco (cosa rara en hora punta) o volver a salir del parking fastidiando casi un euro sólo por probar. Que es lo que nos pasó a nosotros. Pero como al llegar a la garita de salida había una moneda de dos euros caída en el suelo, justo a mano, pues entrar en aquel aparcamiento fue una pequeña ganancia.
La ciudad estaba imposible, así es que tomamos la determinación de continuar. Al salir por la avenida de Carlomagno os hice de tapadillo (para no irritar a ningún proxeneta) esta foto–testimonio:
Podéis ver un uso alternativo a nuestros vehículos que se hace en la segunda ciudad de Francia, aunque en los Bois de Vincennes y de Boulogne de París también lo hemos visto en menor medida.
Consiste en que las putas viven en los vehículos, unas a continuación de otras. Si están listas para recibir, ponen una vela encendida en el interior del salpicadero. Si están fuera de servicio o completamente entregadas a él, la tienen apagada. Así de fácil. Lástima no haberla hecho por la noche...
En Lyon, de todas formas, la gente tiene muchas otras formas de divertirse además de ésa:
Nos damos la gran paliza a conducir hasta Toulouse parando únicamente largo rato en el área de St Aunès a cenar, en la A9.
En el aparcamiento de la Île du Ramier, un verdadero lugar furgoperfecto en la capital del Midi, dimos la primera cabezada completamente exhaustos. Concluía la etapa más larga.
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