11. Nairn (UK) – Thorntonloch (UK)

Hasta que los pitidos incesantes de un coche de la empresa nos sacó de la fase REM a primera hora de la mañana. Por la rejila mosquitera



podíamos ver a un señor muy enfadado, seguramente responsable del hotel en cuyo jardín nos habíamos metido a dormir. Decía constantemente en voz agria y destemplada:

– Do you normally sleep at people's gardens?

Una de nuestras cabezas desorientadas salió por la ventanilla para confirmarle que enseguida nos íbamos, todo ello entreverado de distintos matices de la palabra sorry. El tipo se marchó refunfuñando y nosotros hicimos que nos tragara la tierra en escasos instantes.

¿Nunca os ha pillado el novio de vuestro último ligue al amanecer en la cama? Pues debe de ser lo más parecido... a lo que los andaluces llaman entrarle a uno la fatiga. Fue muy fuerte.

Desde ese día recibimos ayuda psicológica...

Tras el abrupto despertar, alcanzamos el punto más septentrional del recorrido, en la localidad de Elgin, donde duchamos al coche y a las bicis, todo junto, y completamos nuestros vacíos comestibles y carburantes.

Antes de llegar a Aberdeen,



nos servimos el lunch en un área de descanso donde no tuvimos la menor duda de dónde se encontraba la salida de nuevo a la carretera.



En la ciudad, que no es nada del otro mundo, hicimos unas vistas panorámicas, unas compras en el LIDL, unos paseos por la playa, e incluso nos dio tiempo a equivocarnos en una avenida y meternos por la calzada contraria. O sea, por nuestra derecha. No hubo heridos.

La autopista que conduce a Edimburgo nos pasó paralelos al segundo mayor puente del mundo construido por el sistema de ménsulas, el Forth Bridge, sobre el estuario del mismo nombre.



En una zona elegante de la capital de Escocia en plan barrio de embajadas aparcamos sin mayor problema y bajamos las bicis. Esta foto reproduce el lugar, pero al final de la tarde, cuando volvimos a subirlas a la baca.



Nos pareció un sitio bonito, animado,



con avenidas preciosas como la sucesión de calles del centro llamada Royal Mile.





El Castillo también nos pareció precioso, muy escocés, con estampa igual de bella a cualquier hora,





en el que andaban preparando los graderíos para alguno de los festivales que se celebran durante todo el verano.



Gracias a ir en bici y no en coche, pudimos meter las narices hasta el fondo del asunto sin que nos dijeran nada.

Todo está salpicado de pubs que compiten en decoración



y un montón de lugares simpáticos donde pasamos una buena tarde. Que terminó con unas raciones de espirales y pizza en un Hut diferente a los que solemos tener por España: son más bien restaurantes de mesa y mantel, tipo Vips, más que pizzerías de mesitas tipo Mc Donald's y pedido en barra. En Polonia se estilan igual.

Cuando anocheció del todo, pasamos a la montaña de Calton Hill (aparcamos en la Royal Terrace) para disfrutar del espectáculo iluminado.



Enseguida nos retiramos a dormir, en un punto de la A1, paralelos al ferrocarril, en un área de descanso junto a la enorme central termonuclear de Thorntonloch cuyo circuito terciario se refrigera con el inmediato mar del Norte. Es una disposición prácticamente idéntica a la de Vandellós II, en Tarragona.



Como no solemos llevar en el coche contador Geiger, dorminos muy tranquilos.



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