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Bueno, pues aquí la cosa se pone seria. ¿Veis esos follones de coches atrapados en la nieve que tenemos casi todos los inviernos en España? Pues en la parte alpina de Baviera cae el triple de nieve, pero son el quíntuplo de prevenidos. Carreteras perfectamente limpias, aunque con más de un metro y medio de nieve alrededor;



áreas de servicio que se limpian a conciencia todas las mañanas; legiones de máquinas esparcidoras de sal viaria, palas pasando sin cesar; vehículos circulando a cien por hora con neumáticos de pinchos donde aquí haríamos trompos a 40 km/h... en fin... esto es Alemania.

Hay una ligera neblina a eso del mediodía que todavía no había levantado. Probablemente por ello, a unos dos kilómetros más adelante se ha producido un accidente que ocupa el arcén y parte del carril derecho de la autopista ocasionando una pequeña retención que se va aliviando poco a poco. De todo ello, a través del satélite y del sistema TMC, nos informa el navegador con la suficiente antelación: Imagen 1.



Cuando estamos a unos 500 metros, con los coches casi parados a la vista, indicamos la maniobra, aunque por el retrovisor no venía nadie, y nos cambiamos al carril izquierdo para avanzar más. Los coches del carril derecho estaban parados y los del izquierdo iban con cierta fluidez: Imágenes 2 y 3.

A los dos o tres segundos aparece como por encanto un potente Volkswagen Golf plateado matrícula LU E 4347 a unos 180 Km/h. Imposible que fuese a menos, porque recorrió en dos segundos unos cien metros.

Lo único que recuerdo como imagen viva es que instintivamente di un enorme volantazo acelerando a fondo para cambiarme al carril derecho de nuevo, como intentando evitar el alcance de una vaquilla en el tentadero, pero a la vez frenando inmediatamente para no comerme la fila de coches parados de ese carril. Por el retrovisor se veía el terrible chillido de un frenazo en seco y el coche patinando sobre el asfalto y soltando una humareda azul de pastillas de freno casi incandescentes: Imagen 4.

A la décima de segundo siguiente, por la ventanilla del conductor vimos rebasar el coche por el carril izquierdo, todavía patinando y envuelto en aroma a ferodo quemado: Imagen 5. Pensad en toda esa energía empotrada contra el culo de la furgo. Nos acabábamos de salvar por segunda vez de unas vacaciones jodidas.

Cuando por el azar de la retención volvimos a rebasar a ese coche porque momentáneamente quedó más lenta la cola de la izquierda que la de la derecha, se trataba de un ¡ matrimonio de ancianos ! que mediante gestos no sabían ya cómo pedirnos disculpas... En fin... eso es lo que puede pasar en carreteras donde no existe el límite de velocidad genérico. Alemania también es eso.

Con el susto todavía en el cuerpo, nos salimos a comer en un Burger King de carretera (AutoKing), plantado dentro de un área de servicio donde repostamos. Como no aparecía el grifo del agua, tuvimos que cogerla de la toma del autolavado que estaba libre en ese momento. Y, sin más demora, continuar hasta el castillo de hadas más bonito del mundo. No me cabe la menor duda. El que se hizo construir el melancólico, atribulado y abúlico Luis II de Baviera. Algo parecido a nuestro austria menor Carlos II, el hechizado. ¿Recordáis la película Ludwig? Pues ése. Se trata del Schloss Neuschwanstein. La foto aérea de la derecha, que no es nuestra, seguro que os suena más. Seguía nevando a ratos intensamente y hubo que subir 2 km a pie desde el aparcamiento.



Esta otra, tomada desde dentro del bosque, cayó simpática y nos la publicó la versión impresa de la revista Digital Camera unos meses después, en el número 31 de Julio-Agosto.



Volver desde allí hacia Munich no fue nada fácil. Se trataba de carreteras secundarias, con el efecto de la sal de la mañana un poco retardado ya. Lo peor sucedía cada vez que un vehículo precedente se detenía en el centro de la calzada para iniciar el giro a la izquierda en alguna intersección, esperando a que cruzasen los vehículos del sentido contrario. Al intentar bajar la velocidad para rebasarlo con cuidado por la derecha, a pesar del ASR, la Marco Polo culea un poco por ser de propulsión. Hay que tener mucho cuidado con eso si no queremos tener sustos en la nieve cuando todavía no está como para montar cadenas.

La gente estaba saliendo de una función de teatro en la Rudolfplatz cuando aparcamos sin problemas en las proximidades. ¿Quién coloca una bestia de cinco metros junto a un teatro de Madrid en hora punta? La diferencia está en que aquí la gente (de todas las edades y trajes) se marchaba para casa con sus bicis, caminando o en tranporte público. Hacía mucho frío y la nieve se acumulaba contra los bordillos... Una verdadera lección de civismo y de sostenibilidad para los que dicen en España que las bicicletas son para el verano... o para los chavales... o para hacerse 40 km en carretera con los amigotes... y luego ir a trabajar o al gimnasio ¡ en coche ! Algo falla en nuestra sociedad... Bueno, no insistiré en este tema, que me pongo malo...

Después de disfrutar de la ciudad, muy animada y epicúrea, como todas las urbes meridionales con respecto a las del norte de su mismo país, nos aventuramos por la helada autopista que conduce de nuevo a Austria por Salzburgo. Asustados por ser adelantados continuamente por camiones a velocidades de vértigo (y neumáticos de invierno), nos acomodamos en la primera área de descanso que tenía sitio libre. En este tramo son todas muy pequeñas y llenas de vehículos pesados. Además, la nieve acumulada y endurecida por la fuerte helada restringía todavía más las posibilidades.

El ruidito de nuestra calefacción estacionaria puesta a tope nos arrulló en Piding, un poco antes de la frontera austriaca.