Atraco a un camión en Valdemingómez

Gracias a que anotamos cada noche los detalles de la jornada de viaje y la consulta a la vieja factura archivada del teléfono móvil, ahora recordamos con toda precisión esta otra historia para no dormir: la de un asalto frustrado ¿o no? a un camionero.

02:38 horas del lunes 26 de septiembre de 2005, o sea, la madrugada del domingo al lunes. Noche valle para los delitos en la jerga policial. Autopista de circunvalación de Madrid M50, término municipal de Valdemingómez. Proximidades del área de servicio (> Ver en Google Maps).

Circulamos (punto 2) en sentido NE con la Marco Polo, que todavía no ha hecho un año en nuestras manos, por la calzada que se dirige a la A3. Al día siguiente nos esperan en Arganda del Rey y en el parador de turismo de Cuenca. Vamos despacio, como solemos, a unos 90 km/h. Nada de tráfico.

De repente, por la calzada contraria (punto 1), con las luces apagadas, un turismo (podría ser un Ford Escort antiguo, de color beige, por los nervios no le tomamos la matrícula) hace un cambio de sentido prohibido por el corte de la mediana del pk 34,400 (hoy ya con pretiles bionda) aprovechando que las cadenas están tocando el suelo (o quizá ya preparadas de antemano) y se incorpora a nuestra calzada en el mismo sentido a unos 300 m de distancia de nosotros y, a gran velocidad, se introduce en el área de servicio de nuestro lado.



Nuestra estupefacción es mayúscula. Así es que reducimos la velocidad y, ya sin ellos a la vista porque se habían ido hasta el fondo de área (punto 3), nos metemos también en la gasolinera pero muy despacio.

A lo lejos vemos que se bajan cuatro jovenes delgados del coche y se dejan las cuatro puertas del coche abiertas. Dos se dirigen a la parte trasera del remolque del camión (amarillo) y manipulan los cierres. Comienza nuestra llamada telefónica a la policía.

De la parte delantera de la cabina vuelve uno de los presuntos delincuentes. Quizá de echar el gas narcótico por la entrada de los aireadores...

Armados de valor, nos proponemos abortar el robo. Así es que avanzamos hacia ellos muy despacio. En cuanto se dan cuenta se meten los cuatro corriendo en el coche dejando lo que estaban haciendo y se van en dirección a los edificios de la gasolinera. Como disimulando.

Nosotros (punto 4) consideramos que ya hemos hecho bastante molestándolos inocentemente y nos salimos muy despacio delante de ellos hacia la autopista. Nunca se sabe si están armados y pueden enfrentarse.

Quizá al ver dos tíos, cristales tintados, etc, pudieron pensar que éramos vigilantes o algo así... enseguida nos llamó la policía para pedir más detalles, pero ya no supimos más. Se supone que se pasaron por allí y evitaron el robo. ¿O no?



En Grecia hay que conducir por el arcén

Para corroborar lo que hemos explicado en la etapa 13 de este viaje sobre cómo se circula en las carreteras griegas (hay que circular por el arcén normalmente, salvo que adelantes)



os pasamos la prueba del algodón: que os acerquéis a cualquier carretera en foto aérea. Mirad por ejemplo ésta (ampliar imagen):



Los vehículos que llevan una A van por el arcén y los que llevan una R están circulando más rápidos por el carril normal.

El algodón no engaña...

Mirad otra, muy cerca de allí:



Todos estos nuevos detalles y muchos más que he añadido y corregido (siempre vas encontrando cosas conforme deshaces el equipaje) los podéis ver actualizados, con más fotos y pudiéndose desplazar cómodamente de una etapa a otra pulsando aquí.



Un comando itinerante en el pirineo oscense

Madrugada del miércoles 28 (mal empezamos: inocentada segura) al 29 de diciembre de 2005. Frío intenso. Procedemos de St Remy - Soulan (Francia), última localidad extranjera antes de entrar en España procedentes de Suiza. La helada es tan fuerte que la fuente del pueblo está así:



En nuestro ánimo un deseo: atravesar por primera vez los Pirineos por el estrechito y poco transitado túnel de Bielsa. Nada más entrar en la provincia de Huesca nos ataca el sueño y vamos tentando lugares para dormir. Vamos descartando los que parecen más ruidosos al lado de la carretera, como la pequeña central eléctrica de Parzán.

Finalmente nos decidimos por un entrante según se baja el puerto girando 180º a la izquierda y hacia un pequeño puente sobre el recién nacido río Cinca. A cien metros una explanada pequeña que identificamos como el comienzo de una etapa del sendero de gran recorrido GR11: perfecto.



La noche es oscura: faltan tres días para el novilunio. La paz absoluta. Allí arriba, a lo lejos, la carretera autonómica de primer orden A138 deja escuchar con cadencia muy espaciada algún coche lejano... es hora de dormir.

Cuando estamos todavía entre las brumas de empezar a soñar, un ruido de motor se acerca cada vez más: un coche baja a gran velocidad, despreciando los baches impresionantes, desde la lejana carretera. Pasa el puente sobre el Cinca y se pone sin más titubeo a veinte metros de nosotros... no apagan el alumbrado de cruce... y encienden el del habitáculo. El corazón se nos pone a mil...

Echamos mano a las llaves del contacto. Por suerte (o por instinto) solemos estacionar siempre en posición huida, con el morro apuntando a la salida más fácil. Con los prismáticos escudriñamos la situación: cinco tíos de unos veintitantos, con pintas, trajinan cosas continuamente dentro del coche. Uno no para de mirar hacia afuera y alrededor.

Mascamos la tragedia... por un momento. Imaginaos: montones de kilómetros al sitio poblado más cercano, metidos en una hondonada de donde no es fácil salir a pedir auxilio a ninguna parte y en una noche invernal sin casi tráfico... Seríamos las víctimas perfectas...

En tres minutos tuvieron todos los porritos hechos y bajo una nebulosa que empezó a desdibujar sus caras, se fueron por donde habían venido. Yo creo que ni nos vieron aparcados allí...

¡ Qué alivio !



Un espectro en La Rioja

Otra madrugada: la del domingo 16 al lunes 17 de octubre de 2005. Día valle, tranquilidad total. Área de descanso de Mallén en la autopista vascoaragonesa AP68. Calzada sentido Zaragoza.



Cuando, recién cenados en la furgo, estábamos partiéndonos de risa en lo mejor de los sketches de ¡Vaya Semanita!, que para los que sois de fuera de Euskadi es el programa de humor de la ETB2 que luego se produjo con algunas variaciones y escasa audiencia en TVE1 bajo la denominación Made in China, con algo menos de carga en la crítica política... pues cuando estábamos viendo eso, completamente solos en el área, sin coches de ningún tipo, a miles de metros del núcleo poblado más cercano... de repente... apareció una cara humana salida de la oscuridad en la ventanilla del copiloto, por fuera. Subió el rostro para mirar el interior y volvió a bajar. Nada más. Y nada menos...

Creo que fueron cinco los segundos que tardamos en arrancar y salir zumbando de allí. Acojonaos...

¿Un psicópata de alguna finca cercana? ¿Un ladrón de caravanas preparando el asalto? ¿Un reflejo de nosotros mismos al movernos? ¿Una ilusión óptica entre la luz del interior y la negrura de la calle?

Por el retrovisor no se veía a nadie, todo estaba vacío... nunca sabremos si fue verdad lo que vimos. No quisimos comprobarlo. Hay que estar allí para creerlo. Fue simple instinto de superviviencia... Cualquier día le escribiremos al Iker Jiménez, de Cuarto Milenio, para ver si sabe de casos similares...

Podéis imaginar por qué tardé tan poco en diseñar este brico...



Unos polis fantasmales

Ésta es de hace dos noches. La del sábado primero de diciembre de 2007 al domingo. Ya se sabe que es el peor momento de la semana para que no pasen cosas raras. La gente está de fiesta, hay muchos desfases...

Por esa razón es mejor buscar sitios apartados y tranquilos para dormir. Con ese deseo nos salimos de la autopista AP2 a su paso por la localidad de Fraga (Huesca), atravesamos la intersección con la autovía A2 y, pasado el centro del pueblo, nos desviamos hacia el sur de la localidad buscando las riberas del río Cinca.

Sí: el río Cinca. Ya en su curso bajo, pero el mismo río del susto de más arriba. No escarmentamos...

Atravesamos el polígono industrial llamado Camí de Torrent y por caminos desvencijados alcanzamos un tranquilo paseo poco cuidado a orillas del río. Un coche ha venido detrás de nosotros a mucha distancia pero se ha desviado por otro lugar. Nadie nos sigue. Hay una niebla poco densa que imprime a la noche un halo de misterio. Hace frío, aunque la helada es justita.



Estacionamos donde está el símbolo de aparcamiento, en la propia ribera, tras haber girado 90º del camino por donde veníamos (punto amarillo gordo). Recorremos unos 200 m (puntos amarillos) y damos marcha atrás y adelante hasta cuadrar la Marco Polo en un punto donde queda perfectamente nivelada para dormir.

Cada vez que damos marcha atrás, por los retrovisores sólo se ve iluminado el camino hasta el recodo: no hay nadie. Tranquilidad total. Así es que ponemos el set isotérmico delantero tapando todos los cristales, nos despelotamos... y ahora en las películas de miedo sonaría un golpe fortísimo por los altavoces de atrás y nos quedaríamos pegados en la butaca del cine...

Un potente foco de linterna aparece apuntando a la ventanilla del conductor y, a la vez, ¡ otro apuntando a la del copiloto ! Fuera hay voces y un tío a cada lado.

Estamos muertos.

Muertos de miedo... inmóviles. Hasta que vemos que la luz de las linternas se refleja un poco en nuestros aislantes térmicos y a su vez hacen que se exciten los reflectantes de los chalecos de... los dos ¡ policías locales !

Los cabrones (dicho cariñosamente) nos habían estado siguiendo con las luces apagadas, detuvieron el coche antes del recodo y nos siguieron a pie con las linternas también apagadas. Bueno: esa es nuestra hipótesis.

¿Pensaban ver tranquilamente un polvete de sábado? ¿Tenían ganas de asustar? ¿Los delincuentes peligrosos nos desplazamos en furgonetas con portabicicletas?

El caso es que les explicamos, con voz entrecortada que íbamos a pernoctar. Ellos, sin pedir documentación, sin dar más explicación de su actitud, sin nada más, dijeron:

– Pueden continuar.

Y nosotros, con sorna, les respondimos:

– Bueno: si no les importa, más que continuar, lo que vamos a hacer es quedarnos.

– Hagan lo que quieran – dijo uno. Y en escasos instantes las dos misteriosas siluetas de chavales de unos treinta takos se perdieron en la niebla como a cámara rápida moviendo rítmicamente los haces de sus linternas... Luego dejaron de verse...

Ningún coche oímos arrancar. Ninguna luz de coche vimos alejarse. Nunca sabremos si aquellos dos tíos en cuyo chaleco ponía a secas Policía, sin más, eran lo que parecían...

Verdaderamente para no dormir...



Probando de noche prototipos de gama muy alta

La madrugada pasada (viernes al sábado 18.04.2008), a las 3 más o menos, en esta estación de servicio CEPSA de la Autovía de La Plata A66, junto al pk 657, en el término de Villafranca de los Barros (BA),



Ver coordenadas Google


vimos un grupo de siete coches deportivos de gama alta, superexclusivos todos, todos también de matrícula alemana, aparcados en lo más hondo y oscuro del aparcamiento de camiones, donde ya no hay hormigón sino barro.

Hasta aquí todo normal: podría ser una pequeña KDD o un viaje colectivo de compatriotas germanos por España.

Como anduvimos cenando un buen rato con la furgo, nos empezaron a llamar la atención varios detalles más que pudimos apreciar con toda discreción desde el interior de los vidrios tintados en nuestra posición cerca de la cafetería 24 horas que hay detrás de la gasolinera:

– Todos eran tíos de entre 25 y 40 años, aproximadamente.
– Ninguno era alemán, aparentemente, sino con pronunciado acento extremeño, que escuchamos cuando pasaron andando a nuestro lado hacia el bar.
– Iba uno en cada coche.
– Seis coches eran Audi y uno VW.
– No somos nada expertos en turismos de estas marcas, pero ninguno nos sonaba en absoluto ni tenían rótulos con nombre y cilindrada, etc.
– Eran coches preciosos todos (descapotables, capós muy largos, formas deportivas...)
– Estaban todos en grupo hablando animadamente, pero nadie consumía alcohol ni comida: No era un botellón.
– Al cabo de media hora, todos repostaron, pero ninguno gasóleo. Los prismáticos nos dieron estos detalles. Además, sólo uno de ellos pagó los repostajes. Justo el que llegó el último a la peculiar KDD y el que parecía rondar la cuarentena. Además, era el del VW.
–En ningún momento hicieron jichadas en el barro, del tipo de trompos, salidas patinando, ni dieron voces, risas escandalosas, etc

Lo primero que pensamos es que eran gente que se subía en avión a Alemania a comprar coches y los bajaban a la zona rodando para probarlos. O sea, compraventas.

Pero no. Cuando cogimos suficiente confianza con el tío de la gasolinera, nos explicó que se trata de una empresa muy especial de la que ni él mismo (que les atendía todas las semanas) sabía más datos que se dedica a probar modelos prototipos de estas marcas hasta que los destrozan en condiciones extremas. Algo así como lo que contamos una vez en este tema.

Y que siempre se ocultan en la parte más oscura de la estación de servicio para no llamar la atención de nadie, que circulan siempre a altas velocidades por la noche y que no dan datos que les puedan identificar.

En fin, todos los días son de aprender. Y más si eres de los que te gusta conducir por la noche...



Desvalijan en Gotemburgo (S)
el coche de al lado del nuestro...
y perdemos la carga del cofre ¡dos veces en el mismo día!

Echadle un vistazo al relato sucedido en este lugar



> Ver en Google Maps


ese dia de viaje.



Entrando ilegalmente en la Federación Rusa
sin visado

Podéis leer el sucedido en este capítulo durante una incursión por Lituania en este lugar



> Ver en Google Maps


donde se encuentra la alambrada.



Inundaciones en Portugal

Últimos días de febrero de 2008: ese fin de semana hemos sufrido una gota fría en la costa oeste portuguesa. Nos han caído 143 l/m2 en Setúbal, muy cerca de Lisboa. Las carreteras nacionales se han quedado hechas un asco porque los caminos de arena adyacentes han vertido barro hacia la calzada y algunos torrentes han inundado tramos enteros.

En el que veis en este video cortito, en la carretera N10, cerca de Seixal, una balsa de agua enorme cubría ambos carriles y teniamos que circular por el arcén izquierdo y la berma los coches de ambos sentidos.



El sonido como a motor eléctrico que se escucha al hacer los cambios automáticos la caja es nuestro compresor frigorífico con la polea en mal estado, que meses después nos repararían en garantía los chicos del concesionario, tras mucho insistir.



La policía secreta de Évora (Portugal)
cree que somos desvalijadores de chalés

Una noche de febrero de 2008 nos posamos en una tranquila esquina de un barrio residencial de la ciudad de Évora, una capital de distrito del sur de Portugal, no muy lejos de Badajoz. Las calles están muy tranquilas, pasa algún coche de tarde en tarde. Circulamos muy despacio, como buscando aparcamiento... aunque lo que estamos buscando es que aparezca en el portátil el icono de conexión a internet WiFi pública y gratuita...

Cuando tenemos 3 MB a nuestra disposición, nos pasamos un par de horitas cenando, viendo las teles españolas por internet a través de Zatoo, haciendo vida en la furgo. Medio en pelotas porque la noche es un poco fría pero dentro se está muy bien. En la esquina de enfrente se para un coche con dos personas. La típica pareja que tarda mogollón en despedirse... pensamos.

A ratos me pongo en el asiento delantero porque me da la sensación de que hay mejor señal cerca de los cristales no tintados...

Cuando nos hartamos, elegimos un sitio para dormir que está muy cerca de la ciudad: el crómlech de Almendres.



Y al ponerme en el asiento del conductor y encender el motor, veo como a siete u ocho tíos que vienen andando deprisa de varias partes de las calles circundantes: por delante, por detrás, por los lados. Todos de unos 30-40 años, algunos feos y rechonchos tipo Torrente, o por ser más exactos, tipo Jefe de la Policía Judicial de Portimão, el que despidieron por incompetente en el caso de la niña Madeleine McCain...



Uno me da fuertes palmadas en la aleta delantera como avisando de que pare; otro de ellos que me aparece por la zona del fregadero, detrás de mi oreja izquierda, me pone la placa de policía (parecía comprada en los chinos, lo juro) en el exterior de la ventanilla y me dice a voces su profesión. Yo bajo una rendijita y le pregunto si pertenece realmente al cuerpo que dice. Él corrobora y pide que apague el motor con corrección. Las maneras y la forma de actuar me parecen auténticas y descarto rápidamente lo de las mafias del Este que vienen a mangarnos el coche.

En una décima de segundo lo comprendo todo: estamos en un barrio pijo, hemos callejeado despacio mirando chalés, hemos titubeado varias veces en aparcar, las mismas que la señal WiFi venía o se desvanecía..., no nos hemos movido de dentro en dos horas... está claro que uno, o más de un vecino ha llamado pensando en que estábamos anulando alarmas con un sofisticadísimo software con el portátil y nos preparábamos para algún golpe de madrugada con subfusiles de asalto...

Los tipos nos lo preguntan todo. Piden que los dos nos pongamos adelante en vez de permanecer en la vivienda, nos miran por radio todos los papeles, nos preguntan si la furgo es nuestra de verdad, cuánto nos ha costado... le enseñamos el interior, pero no registran (habíamos pronunciado las palabras mágicas: Isto é uma carrinha-morada, o sea, se trata de una autocaravana-vivienda), nos hablan de drogas y todo eso... profesión, motivos del viaje, qué hemos hecho esas dos horas... o sea, que se tragaron una espera de esas largas sólo para vigilarnos...

Al final viene uno de la radio con una frase clara: No tenemos nada contra vosotros.

Buen rollito y algunas explicaciones sobre que en Portugal no están permitidos en algunos casos los cristales tintados y todo eso. Les deseo buen servicio y les digo que, como ven, somos buenas personas.

Ellos se despiden diciendo:

– Y nosotros también– y se montan en el coche que nos pareció de enamorados...

Menuda nochecita...



Unos atracadores intentan robarnos dos veces
en la localidad búlgara de Варна (Varna)

Al entrar en Варна (Varna) la tercera ciudad del país, que tiene un tamaño algo mayor que Valladolid, ya nos hemos adentrado 100 km en el país y continuamos sin leva búlgaros. Son las 02:35 de la madrugada.

Así es que paramos en doble fila a sacar 150 BGN en el cajero del Municipal Bank, en el 119 del bulevar 8-mi Primorski Polk (> exactamente aquí), que es una de las principales avenidas.

Las noches de los lunes tienen fama de ser las más tranquilas de la semana en cualquier gremio, en las urgencias de los hospitales, en hostelería, en las oficinas de denuncias de las comisarías, en los supermercados 24 horas… Por eso aparcamos cómodamente junto a la parada de taxis de la avenida Hristo Botev y nos entretuvimos fotografiando la Катедрален храм Свето Успение Богородично (catedral de la Asunción). Y quizá pudo ser la última foto que hiciésemos con esta cámara y desde esta furgo



porque, cuando nos incorporamos nuevamente a la avenida en sentido oeste por el carril derecho para salir de la ciudad, al pasar un tramo ajardinado (> exactamente aquí), sin viviendas cerca, un potente BMW negro con dos tíos discutiendo violentamente nos adelanta casi rozando (el rojo)



y da un frenazo brusco delante de nosotros cerrándonos un poco la marcha
y como chocando casi con el bordillo derecho.

Damos un suave volantazo y continuamos con normalidad hacia la carretera pensando que son simplemente dos notas que han discutido y andan resolviendo sus cosas a derrapes.

A los treinta segundos, ya entrando en los viaductos de la autovía A5 (> exactamente aquí), vemos los mismos cuatro faros por el retrovisor y somos adelantados de nuevo de la misma forma (por el rojo).



Son ellos. Tomamos de memoria la mayor parte de la matrícula búlgara y se nos pone el corazón a millón. Nos vemos sumidos en un road movie thriller sin comerlo ni beberlo. Pueden saber que tenemos poco o mucho dinero fresco del cajero y al menos cámaras entre las cosas de valor.

Los juláis hacen medio trompo y taponan el carril derecho de la vía de doble calzada y un poco el izquierdo. Nadie circula en ninguno de los dos sentidos, excepto nosotros cuatro. Noche cerrada. Faltan unas horas para el plenilunio.

Casi al tiempo de pararse salen cada uno por su puerta, ambos de 1,90 m de altura, las dejan de par en par, miran hacia nosotros que nos acercamos habiendo reducido un poco la velocidad, ¡y se ponen a pelear encima de su capó entre ellos!

Pasamos usando el mini-arcén izquierdo sin detenernos. Tenemos división de opiniones: uno dice de acelerar y alejarnos por la autovía cuanto antes; otro que mejor salirnos por el primer enlace y esperar en algún sitio discreto a que pase un rato, por si vuelven a la carga; o cambiar de sentido y buscar la protección de la ciudad, que al fin y al cabo está habitada... Optamos por lo primero.

¿Seguiríamos siendo propietarios de nuestras cosas, entre ellas la furgo, y gente sin heridas si en alguno de los dos intentos nos hubiésemos detenido a intentar ayudar?

¿Conocéis esta técnica de asalto?

Hacía mucho tiempo que no estábamos tan asustados por nada. Apretamos todo lo que dan de sí los 218 CV de nuestro V6 y volamos a cerca de 4 500 rpm en dirección Sur. Es cuando se aprecia que un motor de gasolina es un avión si se le exige. En escasos kilómetros se termina la vía de dos calzadas y entramos en una zona de bosques. Comprendemos inmediatamente la etimología de la palabra emboscada.

Pero parece que ya nadie nos sigue. Escrutamos el retrovisor cada cinco segundos: nada.

En el cruce de la nueva carretera convencional, la 9, con la 9006 hay una pequeña gasolinera (> exactamente aquí) apagada con un coche de policía aparcado en batería, que parece estar vacío. Dudamos si parar allí a contar lo sucedido. Pero no tenemos claro si es precisamente lo que pueden ellos –los otros– esperar que hagamos. Decidimos continuar sin parar.



Sin parar 60 km hasta Обзор (Obzor). Todo en calma.

Son las cuatro y media de la madrugada y no tenemos éxito buscando dormir discretamente en las inmediaciones de un complejo hotelero tipo resort (> exactamente aquí) porque hay barrera con vigilante a la puerta.

Así es que rebasamos el pueblo y hallamos un tranquilo ramal tras las últimas viviendas (> exactamente aquí). El arcén tiene la nieve con base dura. Lo comprobamos con las ruedas delanteras dejando las motrices en la carretera pero no hay problema. Aguanta.

Hemos visto en las efemérides astronómicas que en unas horas, apenas amanecido, sería visible desde toda Europa un eclipse parcial de luna, a eso de las 9:40, hora búlgara.



Con los ojos como platos por la excitación de lo que nos ha sucedido en Varna, apenas dormimos alertados por el menor ruido a nuestro alrededor. Empleamos la técnica del periscopio de vez en cuando, que consiste en sacar la pelota hasta los ojos por el techo solar y ver mucho mejor lo que nos rodea en 360º. Todo bien.

De lo de la luna ni nos enteramos porque, como veis en el mapa, la banda de parcialidad casi era despreciable en la costa búlgara del mar Negro.

Otra mala noche. Y van dos.

> Leer completo este viaje a Turquía




La policía secreta del puerto griego de Ηγουμενίτσα (Igoumenitsa)
nos confunde con traficantes de heroína
y nos desguaza la furgo

Eran las cinco de la tarde del domingo 26 de diciembre de 2010. Uno estaba tumbado atrás



y el otro en el asiento del copiloto con el portátil en las rodillas. De repente se puso un tío por la ventanilla enseñando lo que podría ser un carné de policía.

Pensando que se trataba de un nuevo engaño, porque el menda, rellenito, mal afeitado, de unos cuarenta y cinco, tenía una pinta malísima, el que estaba atrás pasó adelante, arrancó el motor e inició la marcha suavemente. Pero en la ventanilla del conductor había otro, el poli malo, que hizo gesto de que ni nos moviéramos.

Bajando dos dedos la ventanilla y a la pregunta de si era policía de verdad, abrió la cartera y mostró otro carné que nos causó buena impresión porque era igualmente tamaño crédito y con los mismos emblemas del poli bueno del otro lado.

Les damos los pasaportes, los retienen y nos piden ver el maletero. En ese momento comprobamos que el tapón del depósito del agua no estaba. Sólo colgaba el cable de seguridad.

En un segundo rehacemos todo lo que ha podido pasar: el coche griego que nos había pedido parar en la autopista y al que no hicimos caso seguramente nos quería advertir de que había quedado colgando el tapón. Y lo perderíamos con el roce de la rueda trasera.

Después los agentes de paisano nos indicaron que les siguiésemos a comisaría llevando la furgoneta circulando detrás de su coche camuflado, un Skoda Octavia gris. Las dudas que teníamos sobre la autenticidad de los sujetos se despejaron al ir entrando en la zona de seguridad del puerto.



Allí, en la maniobra de colocación en el punto donde nos destinaron (> exactamente aquí), se golpeó el portabicis al dar marcha atrás y se fracturó un catadióptrico. Otra avería para la libreta. Mala suerte. Los nervios.



Nos pasaron a ambos a esta pequeña dependencia policial



sin darnos oportunidad ni de subir las ventanillas ni de cerrar las puertas de la furgo, que había quedado en el exterior, a pesar de que lo requerimos. Decían que no habría ningún problema. Nos retiran las llaves del contacto.

Nos interrogaron sobre los detalles de nuestro viaje comprobando exhaustivamente toda la documentación y preguntando por cada pormenor. Nos lanzaron las típicas sondas sobre si fumábamos y si usábamos drogas.

Tenían mucho interés en saber qué días y cuántos en total habíamos estado en Turquía.

Nos gustó el gesto, muy profesional, de ir revolviendo los papeles de la cartera uno por uno e irnos entregando el dinero en efectivo que iba apareciendo para que lo conserváramos en nuestros bolsillos y no dudáramos de su honestidad.

A continuación nos separan. Dejan a uno en en la oficina sentado en un banco metálico y llevan a otro a la furgo a presenciar el registro, a unos veinte metros. Desde el interior de la comisaría apenas podía distinguirse lo que pasaba en el exterior.

El que estamos llamando poli malo, un tipo muy alto, escuálido, con cara de rasgos duros y rapado de pelo, registra el vehículo entero durante una larga hora y quiere mantener perfectamente una distancia de seguridad obligando a permanecer mirando, pero en un punto de la acera y sin posibilidad de acercarse. Cada vez que se hacía alguna intervención diciendo algo o intentando ayudar para que abriera algún compartimento correctamente, obligaba a permanecer en el sitio con un mal gesto, que parecía aún peor viendo las cachas marrones de la pistola reglamentaria asomar de la parte trasera del cinturón.

A unos doscientos metros se oyen pequeños motines de los inmigrantes kurdos agolpándose en torno a algunos camiones que entran a embarcar hacia la isla de Κέρκυρα/Kérkyra (Corfú). La policía carga contra ellos desde varios vehículos con contundencia… se escuchan golpes y gritos…

¿Sabéis lo que es tener que responder durante toda una hora para qué sirve cada pastilla del botiquín (cualquier cosa con codeína, como un simple Termalgin, era hasta hace poco considerado un opiáceo prohibido), cada herramienta poco convencional, cada utensilio de la cocina? Si tienes francos suizos que por qué, si tienes cheques en blanco que por qué, si ven racores de fontanería que para qué sirven, si ven los extintores numerados que qué significan esos números… El maltrato es indescriptible abriendo y cerrando hasta el último rincón de la furgo, exactamente como cuando entran en las películas a robar en una casa y no encuentran lo que buscan.

Esto incluyó mirar desde el contenido de cada cosa del frigorífico hasta los tuppers de la despensa en los armarios bajo el fregadero pasando por todos las pequeñas cosas de cajones y arcones del maletero.





Mezclan sin ninguna consideración los objetos clasificados en paquetes dejándolos todos revueltos (monedas de cada país para colección, carpetas con documentos…), incluso obligan a desmontar el WC químico y arrancan sin miramientos los revestimientos plásticos de las paredes para mirar dentro. Nunca hemos visto más grapas rotas a lo salvaje. El peor empleado del peor taller carrocero del mundo nos parecía un ingeniero de bata blanca mimando nuestra furgo.



Además, como está lloviendo y hay barro y charcos en el suelo emplean las alfombrillas para tirarlas en la calle y arrodillarse a mirar los bajos.

No encuentran nada y nos reúnen de nuevo. Nos entregan parte de las pertenencias que habíamos sacado de los bolsillos…

Cuando ya pensamos que el bochornoso trámite había terminado, nos vuelven a separar y ordenan sacar todo lo textil (colchones, sábanas, edredones, toallas, cazadoras...) y ponerlo en un banco, cerca de la puerta de la comisaría, donde por suerte el techo de las aduanas lo protegía de la lluvia.

Luego viene un segundo registro en el que pasan el perro y su adiestrador, con botas militares llenas de agua y barro y se suben ambos por toda la furgo, incluidos asientos de piel. Los chasquidos que se oyen por todas partes rompen el corazón a cualquiera que cuide de su niña con ruedas y, con más razón, cuando aún te quedan años para pagarla.



Rompen la moldura de los aireadores del pasillo central, los hidráulicos de los somieres son arrancados de cuajo queriéndolos extender del todo más allá de su recorrido de apertura. Éste el el punto máximo y el tío la puso vertical del todo de un tirón brusco:



Para más tragedia, sin la sujeción que le proporcionaba el resorte, la tapa cae a plomo y golpea al poli extra-malo, el guía canino, que es un individuo deleznable, con mirada prepotente y con pinta de tratar a patadas todo lo que toca. Como le digo que por favor sea cuidadoso y no rompa nada más dice el muy canalla que somos nosotros los que tenemos que tener las cosas seguras para que no le causen a él golpes como el que acaba de recibir.

Es en esos momentos cuando uno quisiera tomarse la justicia por su mano y aplastar a la mísera cucaracha… pero tiene que morderse la lengua y saber que aún sería peor de otra manera… Este funcionario vuelve a pasar casi otra hora registrando ¡exactamente lo mismo que el anterior! sin que el primer policía le advierta de que todo lo que está abriendo y cerrando y revolviendo y rompiendo ya está revisado.

El perro marca con las patas delanteras la zona del WC, seguramente por el olor del líquido químico azul que acabábamos de reponer en la gasolinera de esta mañana tras el desatasco.

Insisten en que ahí llevamos algo ilegal y que va a haber que desmontar todo el casette inferior del WC químico y su tubería hacia el deposito adicional. Miran incluso dentro de él abriendo la válvula. Por suerte para ellos estaba recién limpio.

En un punto de esta zona de la furgo solemos llevar por seguridad para casos de robos o pérdidas de documentación este cartucho forrado



de poliestireno extruido flexible y cinta americana gris (para las heladas) que contiene lo esencial para una emergencia:



copias de llaves, copia del pasaporte, del DNI y del permiso de conducción, una tarjeta de débito y unos doscientos euros en efectivo.

Y entonces, en medio del frenesí buscador, se produce la hecatombe final: el militar ¡se pone a dar gritos de entusiasmo en griego intercalando la palabra heroína!

Un corro de diez furibundas hienas mostrando sus dientes y caras de odio rodean la furgo en busca de carnaza. Por los conocimientos básicos de griego del bachillerato se entiende un poco que unos a otros se preguntan de qué nacionalidad somos.

Mientras, el poli bueno corre a la comisaría murmurando el nombre de la droga a sus compañeros y esposa primero con las manos atrás y luego al banco metálico al que estaba allí incomunicado, angustiado y con la mayor de las incertidumbres durante casi ya hora y media. Indudablemente lo primero que le vino a la cabeza es que ya habían puesto algo ellos mismos tras no encontrar nada y que los próximos diez años los iba a pasar con servicio de habitaciones kurdo en cualquier sucia penitenciaría del país a cuatro mil kilómetros de casa. El hundimiento piscológico es total.

El guía canino hace palanca con viejos destornilladores torcidos y nuestro propio cuchillo cebollero de cocina para sacar la droga, no para de gritar, no acierta durante unos largos instantes a sacar lo que acaba de encontrar. El poli malo esposa al que queda con violencia, y vuelve a preguntar riéndose que le digamos ahora que no llevábamos nada.

Detenido y obligado a sentarse en el suelo mojado y en medio de la carroña, uno da instrucciones a otros de que pidan rápidamente un abogado de oficio que hable español.

Gran desilusión cuando ven el desazonador contenido del paquete de emergencias, que huelen incrédulos preguntando "¿Y esto por qué?".

Pasan en un instante de la euforia al mutismo incrédulo y la rabia les hace dudar ya de todo. Preguntaban si el cordón de soldadura ecuatorial que tienen los extintores (cualquier extintor mediano lo tiene) no será un doble fondo. Les rascan la pintura a los dos y desprecintan y descargan uno con total naturalidad apuntando al aire. Sigue lloviendo.

Ya no saben dónde mirar, se sientan en el asiento del conductor; rompen al abrirlas con fuerza las tapas de los espejos de cortesía; arrancan los plásticos del techo por encima del parasol y los recolocan a manotazos secos; despegan toda la goma de la parte inferior del marco del portón trasero; investigan el interior del compartimento de la bombona de gas; llegan a arrancar la parte trasera de la moqueta del suelo traccionándola de los embellecedores del umbral del portón…

El trato vejatorio llega al extremo del golpear ya por golpear en todo.

A la media hora, insistiendo en que ahí tiene que haber un doble fondo y que hay que desmontar el suelo entero, la ocurrencia de decirles con insistencia que tiene necesariamente que ser un error debido al líquido azul del WC y que hace dos años nos pasó lo mismo en un control canino en España, parece que milagrosamente es aceptada.

Nos interrogan de nuevo sobre el viaje, profesiones y todo lo demás. No les cuadra nada que dos tíos estén sólo dos días en Estambul después de casi cinco mil kilómetros de ida. No entienden que el destino del viaje sea en sí el propio recorrido. No entienden que no es necesario llegar en avión a los sitios y alojarse en hoteles, como hace todo el mundo.

Y, dejándonos tirados con la furgoneta entera desguazada por la acera bajo la lluvia, nos quitan las esposas y nos despachan con un: It's OK.



Se quedan mirándonos con chulería, de pie, y nos ordenan irnos. En ese momento, a su lado, un agente de la UAR de la Guardia Civil nos parece el tío más educado y cuidadoso del mundo.

Una hora después todavía teníamos las marcas de las esposas.

Dimos gracias a la suerte de que manifestaran evidentes signos de ser unos perfectos inútiles en el conocimiento de la arquitectura de un camper Westfalia porque ni un solo momento se les ocurrió accionar el techo elevable electrohidráulico y registrar el amplio espacio que hay entre la cama superior y el techo de fibra, capaz para cualquier cargamento diferente al de sets isotérmicos que nosotros transportábamos. Quizá porque no vieron los cierres que sí lleva el modelo de apertura manual.

No sabemos si durante el trayecto que hicimos siguiéndolos desde el museo a la comisaría nos podía estar siguiendo otro vehículo camuflado de apoyo, pero no estamos seguros de que sea muy eficaz este modo de permitir que nos hubiéramos podido deshacer de cualquier cosa ilegal simplemente dejándola caer por la ventanilla.

A las ocho de la tarde, tres horas después de que empezara la pesadilla, con la moral hundida, la sensación triste de que la seguridad jurídica en la Unión Europea sólo existe en los discursos electorales, vagamos angustiados sin rumbo, sin saber adónde podíamos ir con alguna seguridad. De hecho nos costó encontrar la salida del puerto porque estábamos descentrados, como cuando te acaban de dar una paliza o tienes un accidente… Llegamos a pensar que ser robado por una cuadrilla de kurdos tiene que ser más edificante que un registro de los garantes del orden del estado griego.

Salimos de la ciudad por una carretera paralela a la autopista desde la que habíamos llegado y hacemos kilómetros a lo tonto por varias rutas secundarias, con un desolador panorama tras nuestros asientos. Al final paramos en la gasolinera de Αγία Μαρίνα (Agia Marina) a limpiar, reparar y colocar lo más urgente (> exactamente aquí).

  A las nueve y media volvemos al mismo punto donde nos había interceptado la pasma (> exactamente aquí), en la confluencia de las calles Διονύσιος Σολωμός/Dionysiou Solomou con Εθνικής Αντιστάσεως/Ethnikis Antistaseos porque al menos allí podíamos comunicarnos por internet con los nuestros y contar lo sucedido por si se volvía a repetir.

Para más ironías de la vida –casualidad–, como veis, la calle donde nos encontrábamos estaba dedicada al famoso poeta griego Dionisos Solomós (otro poeta de nuevo) de cuyo himno a la libertad, de la que nos acababan de privar, se hizo nada menos que la letra del himno nacional griego. La ansiedad se hacía por momentos mayor pensando que al día siguiente tendríamos que pasar por las mismas garitas donde habíamos sufrido este infierno. Y los policías podían ser otros, podían ser incluso peores, podían volver a desmontarlo todo, podrían no estar informados de lo sucedido, podrían si quisieran hacernos perder el embarque con cualquier excusa… por ejemplo encontrar algo que esta noche alguien cuidadosamente se ocupara de esconder por los bajos

Uno de nosotros, el más tragón, ni siquiera probó bocado hasta la mañana siguiente.

Y allí permanecimos, como animales asustados y agazapados en una guarida, recelando de cada ruido, de cada persona que pasaba andando, durante casi un día entero. Otra mala noche más. Y van tres.

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